<<Era una historia gótica de intriga y asesinatos, que transcurría en una escuela parroquial de chicos. Como obra de teatro tenía una efectividad espeluznante, que resultaba. Pero al tercer día de visionado, me di cuenta de que me había estado engañando todo el tiempo. Fuera lo que fuese que había visto en el guion y en la etapa de preproducción, no existía: sencillamente. Aquello que funcionaba en la escena se negaba a hacer acto de presencia en la pantalla. Lo que una vez me pareció sobrecogedor ahora parecía completamente inofensivo. Un terrorífico melodrama gótico en teatro se convertía en un misterio trivial de resolución telegráfica. No podía traspasarse a la pantalla, o al menos yo era incapaz de hacerlo. Lo que es peor, no sabía cuál era el problema. Ni, por tanto, cómo resolverlo. Todo el mundo necesitaba confianza por si existía alguna esperanza de salvar la película. No quería echarlo todo a perder. Así que en las siguientes siete semanas no pude hacer otra cosa que morderme los labios e intentar sacar la película adelante del modo más profesional posible>>.1 Desconozco la obra teatral de Robert Marasco, y cierto que Perversión en las aulas (Child’s Play, 1972) no sorprende en su planteamiento, pero Sidney Lumet fue profesional y la sacó adelante con la inestimable presencia de James Mason, quien dio tormento al profesor Jerome Malley, el personaje que hace suyo y sitúa al borde de la locura hacia la que le empujan las extrañas circunstancias que se viven en el colegio donde su severidad precipita la reacción de sus alumnos. Malley sufre el rechazo de los muchachos, que se decantan por la aparente amabilidad del profesor Dobbs (Robert Preston), a quien Jerome acusa del acoso del cual es víctima y de los extraños y violentos comportamientos que alteran la cotidianidad del colegio católico donde, sin explicación racional aparente, los jóvenes se agreden y mutilan.
1.Lumet, Sidney: Así se hacen las películas (traducción de José María Aresté). Ediciones Rialp, Madrid, 2016.
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