<<Toda semejanza con personas vivas será puramente fortuita, pues los hombres que han inspirado esta historia han muerto>>
Pierre Schoendoerffer: Sangre en Indochina (La 317e section, 1963)
Se puede escribir una novela sobre el tema de muchas maneras distintas, quizá se pueda comenzar dando un rodeo o directamente resumiendo qué fue el colonialismo europeo y cómo se extendió por el globo, dividiendo las tierras colonizadas en trozos de pastel que se repartieron entre varios países que implantaron sus sistemas y con ellos las diferencias económicas, sociales y raciales que acabarían generando la necesidad de rebelarse en sus colonizados. Está claro que muchos relatos serían ficcionales y que ninguna de las personas que asomasen en ellos tendrían parecido con seres reales, tampoco la narración sería real o, mejor dicho, carecería de la realidad de la experiencia propia. Schoendoerffer sí la tenía cuando escribió Sangre en Indochina. La tenía porque había participado en el conflicto en el bando francés, de modo que no parece descabellado pensar que el relato en el que basa su historia está condicionado por vivencias personales e impresiones de primera mano. Esto da para otro tipo de relato, ni mejor ni peor, eso depende de quien escriba, pero sí uno diferente, pues dudo que la imaginación pueda sustituir la memoria de lo vivido, sentido, padecido y hecho. Alguien ajeno al conflicto, podría recrearlo a partir de ciertas ideas o testimonios de otros, pero el resultado no dejaría de ser una recreación de alguien que solo puede imaginar lo que no ha vivido. Sin embargo, en su novela, Schoendoerffer no recrea, detalla; y esto también vale para su adaptación cinematográfica.
Detengamos la máquina de la historia después de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, Francia tenía que resolver problemas internos y también los coloniales; de hecho, tuvo que hacer frente a los movimientos rebeldes e independentistas en sus colonias en Asía y África. Como el resto de conquistadores, los franceses se negaban a abandonar lugares fuera de sus fronteras históricas que les proporcionaban beneficios económicos y una posición de privilegio entre las naciones del mundo. No obstante, tras la guerra mundial, los movimientos anticolonialistas se fortalecieron y dejaron de ser un susurro en la distancia. Estallaron varios conflictos, que se transformaron en guerras de independencia —aunque esto no fue exclusiva de los territorios ocupados por los franceses, fue parte de una intención general en las colonias de alcanzar su independencia e imponer su identidad. El de Indochina y el de Argelia fueron dos conflictos que concluyeron de igual modo: con la salida de los franceses de lo que hasta entonces habían sido sus colonias y parte de su economía. En ambos casos, Pierre Schoendoerffer fue testigo y protagonista. En la primera, que enfrentó al ejército colonial francés con el Viet Minh, lo hizo como soldado, documentalista y prisionero de guerra; y en la argelina, de reportero civil.
<<He sido herido, he sido hecho prisionero y he llegado hasta el fondo de la miseria humana: tres de cada cuatro compañeros no regresaron y murieron en las carreteras, en los campos. Lo que viví durante tres años sirve para llenar toda una vida. Sentí la necesidad de dejar testimonio de todo ello en un momento en el que estaba buscando cuál era mi camino en el cine>>
Pierre Schoendoerffer (publicado el 19 de Octubre, de 2010, en el diario 20 minutos)
Schoendoerffer no tenia necesidad de inventar ningún cuento, solo recordar sus vivencias en primera persona. Solo así, puedo explicarme que su novela sea una narración al tiempo brutal, honesta, directa, que retrata un instante y a un grupo de hombres en conflicto, el que se desata a vida y muerte en su naturaleza ambigua: racional e irracional. Un año después de publicar el libro (en agosto de 1964), se trasladó a Camboya y rodó la versión cinematográfica, que apenas difiere de lo expuesto en un texto que ya de por sí resulta bastante cinematográfico, quizá porque Schoendoerffer empezó su carrera como documentalista en el ejército y, tras abandonarlo, continuó haciendo cine de ficción y documental. El resultado de su estancia en Camboya fue Sangre en Indochina (1965), uno de los mejores retratos bélicos realizados en el cine europeo y una película realista que se aleja de cualquier exaltación del enfrentamiento armado y se centra en unos hombres en guerra y en lucha por sobrevivir. Es más que probable que tanto este film como su largometraje documental La sección Anderson (The Anderson Section, 1967) inspirasen a John Milius al escribir Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) e influyesen en Platoon (Oliver Stone, 1987), pero, sobre todo, Sangre en Indochina es un caminar sin rumbo por la jungla en busca de una salida que, poco a poco, se aleja de un pelotón que, formado por cuatro franceses y más de cuarenta soldados auxiliares laosianos, sabe que no alcanzará más meta que morir o seguir luchando.
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