La imagen del patriota asumida por John Wayne en algunas de las películas que protagonizó se asentó en la cultura popular estadounidense, quizá lo hizo más de la cuenta, quizá muchos estadounidenses encontraron en ellos a quienes imitar. Cuando su oficial ficticio aterriza en el Vietnam de Los boinas verdes (The Green Berets, 1968) está convencido de que el Mal existe y que ese mal son los comunistas vietnamitas a los que pretende combatir. Para el coronel de las fuerzas especiales el vietcom representa la amenaza a la seguridad y al modo de vida estadounidense. ¿Amenazan o el personaje lo cree en su limitada y sesgada visión de la realidad, en la que asume que él representa el Bien, el único que considera posible? Da igual la respuesta, pues creyendo en su verdad, justifica su postura y el intervencionismo militar en un territorio a miles de kilómetros de su hogar. Es un patriota unidimensional, incapaz de aceptar más dimensión que la suya. Y como Wayne, lo son Chris Kyle (Bradley Cooper) y su padre (Ben Reed), quien le enseña de niño que hay tres tipos de hombres: ovejas, lobos y perros pastores. Esta división refleja el simplismo de un padre que inculca en sus hijos conceptos de familia, patriotismo y amor a las armas, pero también les hace creer que son perros pastores y, por lo tanto, que son los encargados de velar por la seguridad de los suyos. Esta sería la realidad en la que crece el protagonista de El francotirador (American Sniper, 2014), la misma que, a los treinta años de edad, le lleva a alistarse voluntario en los SEAL, cuando siente que su patria se encuentra amenazada. Kyle es el héroe de Clint Eastwood, aunque en el cineasta la figura heroica se aleja de la imagen de John Wayne para ofrecer dos caras: la que observan los demás y la que habita en la intimidad del individuo a quien el responsable de Sin perdón (Unforgiven, 1992) observa desde dos perspectivas que se unen en un mismo cuerpo. La figura o idea del héroe y del no héroe son las imágenes asumidas por Chris Kyle. El cineasta lo muestra letal y vulnerable, lo muestra en la ambigüedad moral de salvar vidas acabando con otras y en la ceguera de su primer momento, la que le distancia de cuanto no sea su interpretación del deber del perro pastor. La evolución de Chris está salpicada de cadáveres que acumula en su cuenta, suma que, a ojos de sus compañeros en las calles de batalla, lo convierte en héroe. No obstante, él no piensa que sea uno, sencillamente asume la responsabilidad heredada y la idea de la cual no duda. Desde ella concluye que hace lo correcto, cuando lo correcto tiene más de una cara o sencillamente no existe en términos absolutos. Sus regresos a Estados Unidos lo muestran distante, atrapado en su pensamiento, que todavía combate en suelo iraquí, lo cual le imposibilita acercarse a su mujer (Sienna Miller) o reflexionar sobre aquello de lo que no duda, quizá porque su capacidad crítica haya sido minimizada y enfoque su función de perro pastor de un modo distinto al asumido en su último retorno al hogar, cuando vislumbra que proteger vidas no implica quitar otras.
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