Conocer los orígenes del cine y de los cineastas, sobre todo el de aquellos por los que siento predilección, me posibilitan comprender parte de su evolución y de su grandeza. Este es el caso de Raoul A. Walsh, cuyas películas me han hecho disfrutar como pocas. El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, 1924), La frágil voluntad (Sadie Thompson,1928), La gran jornada (The Big Trail, 1930), Los violentos años veinte (The Roaring Twenties, 1939), El último refugio (High Sierra, 1941), Al rojo vivo (White Heat, 1949) o El mundo en sus manos (The World in His Arms, 1952) son algunos ejemplos magistrales de su aportación al cine. ¿Pero como llegó a tal grado de maestría? Desde el principio, sobre el terreno, superando dificultades, improvisando e inventando sobre la marcha, cuando desarrolló un sentido cinematográfico solo apto para los pioneros que evolucionaron las técnicas aprendidas y experimentaron las propias. Realizadores como los estadounidenses Allan Dwan, Frank Borzage, John Ford, King Vidor o Raoul Walsh iniciaron sus respectivas carreras en la década de 1910, antes de que, gracias a sus aportaciones y a las de otros, el cine silente alcanzase su plenitud en el siguiente decenio. Al menos, los nombrados poseen un rasgo común: ese sentido que no se aprende en las escuelas de cine, que se adquiere rodando, buscando soluciones y nuevos horizontes por donde avanzar el lenguaje cinematográfico. <<Tras leer el guión de Regeneración, la primera película que hiciera para la Fox, me interesaron las posibilidades que me ofrecía aquella historia. Había sentido lo mismo con La vida de Villa. Otra vez podía aplicar parte de la técnica que me había enseñado Griffith, sin nadie que estuviera encima>>*. La historia que le propuso William Fox se basaba en las experiencias personales que el escritor Owen Frawley Kildare había descrito en su libro autobiográfico My Mamie Rose: The Story of My Regeneration. Con su adaptación, el futuro director de Murieron con las botas puestas (They Died with Their Boots On, 1941) daba su paso profesional más importante hasta entonces, pues, al hacerlo, podría rodar a sus anchas y, además, filmaba una de las primeras muestras de gangsterismo cinematográfico, de cuyo desarrollo sería fundamental en títulos sucesivos que alcanzaron su cima en Al rojo vivo. <<De nuevo me sentía libre y sabía que obtendría éxito con la película>>. En Regeneración (The Regeneration, 1915), su segundo largometraje y el primero en solitario, la cámara de Walsh todavía carece de movilidad, pero su narrativa, apoyada en la sucesión de planos frontales y estáticos (y alguno ligeramente elevado durante las, por aquel entonces, espectaculares secuencias del incendio), resulta ágil. El uso del montaje clásico da continuidad a la acción, y, por un breve momento, también contrapone dos espacios: el lujoso donde se descubre a Marie (Anna Q. Nilsson) y los bajos fondos habitados por pandilleros como Owen (Rockliffe Fellowes). Ellos forman la pareja protagonista de una película cuyo argumento <<era simple>> y que se desarrolla en tres momentos puntuales en la vida del segundo. Regeneración se abre con la imagen de un niño de diez años que acaba de perder a su madre. Desde la ventana observa, entre lágrimas y en soledad, como el ataúd del ser querido y añorado se introduce en un coche fúnebre. La aflicción no es lo único que lo define, también la sensación de abandono y desamparo. Ahora, huérfano y solo en el mundo, tendrá que abrirse camino sin ayuda ni apoyo, pues del matrimonio vecino que lo recoge únicamente recibe los malos tratos del marido y la indiferencia de la mujer. El segundo intervalo temporal, el de mayor brevedad, se desarrolla en el muelle donde Owen tiene diecisiete años y, tras una pelea de la que sale victorioso, toma contacto con el hampa. Los ocho años siguientes son omitidos en la pantalla, aunque no cuesta imaginar que el muchacho fue escalando en el Bowery gracias a la fuerza bruta. Así, a los veinticinco años lidera a los pandilleros a los que hace alusión el artículo del periódico donde el fiscal del distrito (Carl Harbaugh) les declara la guerra. Si el primer fragmento es introductorio, explica el ambiente marginal y violento donde vive el muchacho, y la etapa de adolescente se reduce al máximo, redunda en la violencia y sirve de enlace entre la pérdida de la inocencia y el adulto de la tercer parte del film, esta, la más larga, desarrolla el encuentro con Marie. Pero, aparte de este hecho, fundamental para la regeneración del pandillero, Walsh presta atención al espacio, poblado por seres marginales y gángsters que aún no visten como las estrellas de celuloide, eso llegaría más tarde, visten como lo que son: chicos de la calle, condicionados por el único entorno que conocen: hogares rotos y espacios donde la ley la dicta la fuerza. Son hijos de los arrabales, allí nacieron, crecieron y recibieron palizas, y en ese lugar se convierten en agresores, algunos sin posibilidad de escape, como Skinny (William Sheer), y otros, como Owen, intentan apartarse de la senda del crimen y empezar de cero. En estos dos muchachos, el cineasta encuentra a los antagonistas que necesita para un final atrayente para el público, un final repleto de tensión, emoción e inquietud que resuelve influenciado por el cine de David Wark Griffith, pero, en Regeneración, no hay el típico final feliz, solo hay lo que anuncia el título, aunque para Owen esto implique otra pérdida.
*Entrecomillado Raoul Walsh. El cine en sus manos (traducción Francisco Delgado). Ediciones JC Clementine, Madrid, 1998.
*Entrecomillado Raoul Walsh. El cine en sus manos (traducción Francisco Delgado). Ediciones JC Clementine, Madrid, 1998.
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