Las películas de Aki Kaurismäki protagonizadas por miembros de la clase obrera rompen el tópico (meridional) del bienestar y equilibrio social de los países del norte de Europa. También en latitudes septentrionales existen crisis económicas y circunstancias socio-políticas que parecen encaminar a la sociedad hacia la deshumanización que el cineasta señala desde su desencanto y su humor irónico. A la hora de exponer en la pantalla la Finlandia que conoce, Kaurismäki apuesta por la contención expresiva de sus protagonistas, en las antípodas de la verborrea que emplean los personajes de comedias mediterráneas que aborden cuestiones sociales similares a las señaladas por el realizador en su "trilogía del proletario" o, como prefiere llamarla, "trilogía de los perdedores", <<porque, si se mira a los protagonistas, más que obreros son ante todo perdedores>>*. Para empezar, y dejando a un lado aspectos culturales propios de su país, Kaurismäki no emplea situaciones hilarantes, que den pie a la carcajada, ni abusa de adornos ni del chiste dialogado, de hecho, no los necesita y, por lo tanto, prescinde de ellos. Sus protagonistas expresan lo justo, incluso menos de lo que tienen que decir sobre su estado emocional o sobre aquello que evidentemente les afecta y silencian, además, cuando hablan, emplean un finlandés literario con el que el realizador de Hamlet va de negocios (Hamlet liikemaailmassa, 1987) pretende resaltar la pérdida de identidad cultural que observa en su país de origen. Para quienes desconocemos la cultura finlandesa, aunque sí conozcamos que en nuestro entorno también se produce una hibridación cultural, los matices verbales nos pasan desapercibidos, pero no ocurre lo mismo con el personal humor que Kaurismäki introduce en sus películas, desde el cual hace hincapié en las distintas circunstancias sociales (alienación, desempleo, deshumanización, liberalismo económico extremo o pérdida de identidad individual y colectiva) que afectan a los hombres y a las mujeres en quienes centra su atención y su simpatía. En Sombras en el paraíso (Varjoja paratiisissa, 1986) -primer título de la trilogía que completan Ariel (1988) y La chica de la fábrica de cerillas (Tulitikkutehtaan tyttö, 1990)- Nikander (Matti Pellonpää) e Ilona (Kati Outinen) son los lacónicos sufridores del desamparo del cual solo logran escapar al final del film, cuando asumen definitivamente su unión y deciden aventurarse en busca del bienestar y de la comunicación que no han encontrado hasta entonces (y puede que no encuentren). <<¿De qué viviremos>>, pregunta ella, a pesar de que resulta evidente que no pretende más respuesta que el <<¿qué importa?>> que recibe de su compañero. Es un final liberador y abierto al optimismo, pero la liberación de ambos solo se produce con la ruptura total con el medio donde han trabajado, y a duras penas sobrevivido, aunque su huida no les asegura un porvenir más digno que su presente dentro de las fronteras finlandesas. Así pues, es posible que su situación no mejore, pero saben que estarán juntos, y esto les posibilita una vía hacia la solución, quizá la única posible en el cine de Kaurismäki, pues son las relaciones humanas, el amor o la amistad, las que abren una ventana a la esperanza. Pero lo que importa no es el final de Sombras en el paraíso, ya que el interés de la película reside en cuanto sucede durante el tiempo previo, de modo que carece de importancia que el cierre del film sea o no feliz. La exposición de las circunstancias que ahogan a Nikander, que trabaja recogiendo basura, y a Ilona, que hace lo propio en el supermercado donde ambos se conocen y de donde la despiden porque el gerente tiene la intención de colocar a su hija, forman parte de la sombría cotidianidad que, como la falta de ética del superior de la cajera, confirman el desamparo y la condena de los de su clase. La situación social y humana expuesta por Kaurismäki nace de su contacto con el ámbito laboral finlandés de mediados de la década de 1970, aquel que él mismo reconoce haber vivido antes de producirse su salto al cine. <<Quiero precisar que el país del que habla la trilogía es la Finlandia de los años setenta, que es la que yo conocí. La de los ochenta no la conocí, bien porque ya hacía cine, o bien porque estaba fuera, pero la Finlandia de los años setenta, cuando era un trabajador manual, la conozco muy bien>>*. Kaurismäki, como los protagonistas de Sombras en el paraíso y Ariel, abandonó su lugar de origen con una decepción similar a la que se descubre en sus films, pero no por ello ha dejado de ser un cineasta combativo y crítico, que expone en sus películas aquellas situaciones que contempla desde el pesimismo que se mitiga en los finales de las dos primeras entregas de su "trilogía de los perdedores" y desaparece en Nubes pasajeras (Kauas pilvet karkaavat, 1996) y Un hombre sin pasado (Mies vailla menneisyyttä, 2002), títulos en los cuales el realizador invita a sus personajes, también desheredados de clase trabajadora, al optimismo y a la esperanza.
*Aki Kaurismäki en diversas entrevistas recogidas en Carlos F. Heredero (editor). Emociones de contrabando. El cine de Aki Kaurismäki. pp. 71-104. Filmoteca de la Gerenalitat Valenciana, Valencia, 1999.
*Aki Kaurismäki en diversas entrevistas recogidas en Carlos F. Heredero (editor). Emociones de contrabando. El cine de Aki Kaurismäki. pp. 71-104. Filmoteca de la Gerenalitat Valenciana, Valencia, 1999.
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