La última película rodada por George Stevens antes de partir hacia el Norte de África fue una comedia de enredo de notable éxito comercial, que expone entre otras cuestiones la inmediatez bélica de uno de sus protagonistas. Esta circunstancia señala directamente al cineasta, pues Stevens no tardaría en partir hacia el frente africano, de donde <<puede que no regrese nunca>>. La frase, puesta en boca de Joe Carter (Joel McCrea), encajaría dentro del pensamiento de un realizador consciente de que, concluido el rodaje de El amor llamó dos veces (The More the Merrier, 1943), vestiría el uniforme y se adentraría en el conflicto sin saber qué le depararía. Pero esta era su prioridad, la de entrar en acción para dejar constancia de los hechos y del avance de la guerra, y la dejó en una serie de documentos cinematográficos de incuestionable valor histórico. Sin embargo, cuando Stevens se presentó voluntario, aún debía una película a la Columbia y antes de embarcarse en su periplo bélico tenía que cumplir el contrato que le unía al estudio de Harry Cohn. El amor llamó dos veces puso fin a su compromiso laboral y también al tipo de cine que había realizado hasta entonces. El resultado fue un film entretenido, quizá una de sus mejores comedias, aunque en más de una ocasión pierda ritmo. Atractiva y descarada, la película gana enteros gracias a la impagable presencia de Charles Coburn en un papel de casamentero que aboga por la inmediatez, y que no para de repetir <<¡disparad los torpedos, adelante!>> para introducir su filosofía de no perder el tiempo. Pero también resulta interesante ver como el realizador aprovechó la figura de Carter para hacer un guiño a su propia situación. Californiano como el cineasta, Carter llega a Washington para recibir órdenes y la notificación de su destino en África. Nunca lo vemos de uniforme, este aparece en un plano, colgado en una percha, momento en el que se comprende que el sargento está viviendo la cuenta atrás que precede a su viaje de ida e incierta vuelta. Pero aún le quedan días antes de entrar en acción y Stevens, consciente de estar creando una comedia romántica, no insiste en la situación bélica y la relega a un plano secundario, aunque presente durante el enredo que se inicia con las imágenes de una ciudad donde los letreros <<No Vacancy>> forman parte del paisaje. El Washington de El amor llamó dos veces es un centro urbano donde apenas quedan hombres en edad de combatir y donde los hoteles, las pensiones y las casas de huéspedes están al completo. Sin habitación que poder alquilar, Benjamin Dingle (Charles Coburn) lee en el periódico un anuncio que podría ofrecerle la solución a su problema de alojamiento. Ante la posibilidad de techo y cama, el pícaro de Dingle da rienda suelta a su descaro y se las ingenia para arrendar la mitad del apartamento donde vive Connie Milligan (Jean Arthur). El primer día es de tanteo, la chica no está convencida de que su inquilino sea un buen compañero de piso, aún así le da una oportunidad y le explica el plan a seguir. Su compañero de piso no da crédito a la meticulosidad de la joven mientras intenta memorizar la parte que le corresponde. No obstante, concluye que Connie necesita una compañía masculina vivaz que la saque de su minuciosa y ordenada cotidianidad. Y es entonces cuando asoma el tercero en discordia: Carter, a quien el casamentero subarrienda su mitad del apartamento donde se desarrolla la mayor parte del enredo y del previsible romance, cuya falta de originalidad se supera gracias a los ingeniosos diálogos, a la sutileza de Stevens en momentos tan conseguidos como la espera de la llamada telefónica y a la presencia del personaje interpretado por Coburn, el mismo personaje que Cary Grant escogería para poner fin a su carrera, que con sus tretas apura y empuja a los dos jóvenes hacia la intimidad inmediata que ambos desean.
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