¿Por qué no puede fumar en pipa, llevar pantalones o tener barba? ¿Solo por ser mujer? Son algunas de las preguntas trampa que la protagonista femenina de Habitación para tres (1951) emplea para dejar sin respuesta a su novio (José Luis Ozores). Se trata de una mujer cuyo ingenio no conoce límites ni en las preguntas ni en las respuestas que emplea para manipular su entorno, pues, de no ser así, el humor (disparatado y subversivo) empleado por Antonio de Lara, Tono, en su adaptación cinematográfica de su obra teatral Guillermo Hotel se vería limitado. Conocido por sus creaciones cómicas para revistas como Buen Humor, Gutiérrez y La Codorniz y por sus obras teatrales, Tono formó parte de aquella otra generación del 27 compuesta por Edgar Neville, Jardiel Poncela, José López Rubio y Miguel Mihura, un espléndido grupo de escritores y humoristas que recibieron influencias de Julio Camba, Wenceslao Fernández Flórez y de su admirando Ramón Gómez de la Serna. De una manera u otra, todos ellos estuvieron ligados al cine desde que Neville abrió el camino de Hollywood a Eduardo Ugarte, López Rubio y Tono, pero ninguno permaneció demasiado tiempo en tierras californianas. Aunque presentan como factor común el humor, quizá fuera con Mihura con quien Tono guardó más similitudes y mantuvo mayor complicidad. <<El caso es que las tres influencias dieron origen a otra generación en la que formábamos, entre otros, Jardiel Poncela, López Rubio y yo. Tono y Mihura eran solamente dibujantes; pero a los pocos años el dibujo les venía estrecho y comenzaron a escribir, con una gracia menos formal que la nuestra y, desde luego más disparatada>> (Edgar Neville. Sobre el humorismo). La gracia disparatada de Mihura y Tono les llevó a fundar la revista La Ametralladora, a escribir las comedias Ni rico ni pobre, sino todo lo contrario y María de la Hoz y compartir la dirección de Un bigote para dos (1940). Pero, sin su gran amigo, Antonio de Lara realizó Habitación para tres, la cima de su humor cinematográfico, un humor que no concede tregua al absurdo desenfreno que, basado en equívocos, en situaciones surrealistas y en constantes juegos de palabras, fluye sin pausa desde el inicio hasta el final de la película. Este absurdo domina cada plano igual que lo hace la presencia de Alicia (Carolina Jiménez) en una habitación que por momentos se convierte en un espacio si no repleto como el camarote de los hermanos Marx, sí alocado como aquel. Los moradores de la estancia aludida por el título son la ya nombrada, que llega al hotel para reunirse con su novio, el árbitro sumiso interpretado por Ozores, Carlos (Armando Moreno), el joven abogado a quien Alicia sorprende durmiendo en su cama, y Enriqueta (Manuel Gómez Bur), el ladrón obligado a serlo porque su nombre femenino (elegido por su padre en el lecho de muerte) le cierra las puertas de cualquier otra profesión. El planteamiento humorístico de Tono descubre cierta transgresión respecto a la mayoría de las películas producidas en el cine español del momento, pues, sin disimulo y con jocosidad, se burla del matrimonio, del sistema judicial, en un tribunal donde Enriqueta maneja a su antojo el código penal para defender a un asesino que es absuelto (no recuerdo otra producción española de la época que ocurra esto) mientras él es aplaudido por el juez y el resto de los presentes, o de la figura masculina, que acaba siendo una marioneta en manos de la protagonista.
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