Una de las trayectorias más variopintas, irregulares y longevas del cine español fue la de Ignacio Ferrés Iquino, que se prolongó desde su debut en 1934 con Sereno... y tormenta hasta 1984, año en el que rodó Yo amo la danza. Durante este medio siglo Iquino fue conformando su filmografía como director, compuesta por más de ochenta títulos en los que hubo cabida para cualquier género cinematográfico que pudiese reportarle beneficios, adaptándose a las modas del momento en comedias, dramas, musicales, westerns, producciones de cine negro e incluso cine erótico carente del menor interés, aunque en su época resultó un negocio rentable y una manera de expresar la libertad que llegaba con la democracia. Pero más allá de su faceta de director, Iquino también fue editor ocasional, operador, guionista, productor y dueño de su propio estudio cinematográfico —I. F. I.— por donde pasaron cineastas como Juan Bosch, José Antonio de la Loma, Javier Setó, Joaquín Luis Romero Marchent, Juan Lladó o Antonio Santillán. Este último filmó para la IFI cinco películas, entre ellas destacan sus aportaciones al género policíaco El presidio (1954) y El ojo de cristal (1955). La primera tiene como protagonistas a varios delincuentes a quienes se observa antes y durante su estancia en el correccional aludido en el título y la segunda reparte su atención entre el asesino interpretado por el actor mexicano Carlos López Moctezuma y el niño que se verá involucrado por voluntad propia en la intriga que, partiendo del relato de Cornell Woolrich, asume influencias del cine de Hitchcock, del policíaco semidocumental estadounidense de la segunda mitad de la década de 1940 y, en momentos puntuales, de la mítica El tercer hombre (The Third Man; Carol Reed, 1949).
me gustaria verla
ResponderEliminarEspero que puedas verla. Creo que no te decepcionaría.
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