Una filmografía tan extensa como la de John Ford provoca que muchas de sus películas sean desconocidas para gran parte del público, más aún si estas pertenecen al periodo silente —algunas de esta época no se conservan— o al sonoro anterior a La diligencia (The Stagecoach, 1939), a partir de la cual la obra de Ford empezó a aumentar en popularidad (y calidad) con westerns tan importantes como los que componen la trilogía que dedicó al séptimo de caballería —Fort Apache (1948), La legión invencible (She Wore a Yellow Ribbon, 1949) y Río Grande (1950)— o los dramas intimistas Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, 1940) o ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was My Valley, 1941). Sin embargo, Ford debutó en la dirección en la segunda mitad de la década de 1910, y durante la siguiente rodó films mudos tan destacados como El caballo de hierro (The Iron Horse, 1925), Tres hombres malos (Three Bad Men, 1926) o Cuatro hijos (Four Sons, 1928), del mismo modo que también realizó en los años treinta excelentes largometrajes sonoros como La patrulla perdida (The Lost Patrol, 1934) o Prisionero del odio (Prisioner of Shark Island, 1936). Pero entre tanta joya cinematográfica, Carne (Flesh, 1932) ha tenido menos difusión y repercusión que estas o que El delator (The Informer, 1935), aunque el desconocimiento que existe sobre esta película no deja de ser una circunstancia que no afecta a su innegable calidad. El cineasta filmó Carne a partir de una historia ideada por Edmund Goulding —director de Grand Hotel (1932), El filo de la navaja (The Razor’s Edge, 1946) o El caso 880 (Mister 880, 1950)— y de un guión en el que, sin acreditar, colaboró William Faulkner, uno de los grandes de la literatura estadounidense, autor de El ruido y la furia, Santuario o Mientras agonizo.
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