lunes, 28 de enero de 2013

El camino de la esperanza (1950)


¿Qué es el neorrealismo? ¿El instante cinematográfico que mejor reflejó las miserias humanas en la pantalla? Es probable, y 
El camino de la esperanza (Il cammino della speranza, 1950) es otro buen ejemplo del compromiso de los cineastas que, debido a la situación por la que atravesaba la sociedad italiana de posguerra, pretendieron mostrar aquella realidad, que pedía a gritos mejoras en las condiciones de vida de quienes sufriendo la miseria se aferraban a esa esperanza a la que alude el título del film de Pietro Germi, también responsable del guión junto a Federico Fellini Tullio PinelliEl camino de la esperanza narra el éxodo de un grupo de hombres, mujeres y niños desde Sicilia hasta Francia, a lo largo de un recorrido por donde la insolidaridad, la desesperación, la lucha y la superación se convierten en compañeras de viaje desde su encierro en la mina donde siempre han trabajado, su único medio de subsistencia, hasta las nevadas montañas de la frontera. Su migración es consecuencia de la crisis económica que provoca el cierre de la mina, hecho que condena a los trabajadores y a sus familias a la miseria. Sin opciones para alimentar a los suyos, los mineros escuchan las palabras de un embaucador que les promete el paraíso al otro lado de los Alpes, sin que ninguno piense que ese individuo busque el poco dinero que les queda. Convencidos de que se trata de su única oportunidad, malvenden sus pocas posesiones para poder sufragar los gastos del viaje que les debe conducir hasta un país idealizado, donde piensan recuperar parte de la condición humana que se les arrebata cuando se les niega la posibilidad de una existencia decente en el suelo que los vio nacer y crecer. Durante su odisea a través del país transalpino, sea en autobús, barco, tren, camión o a pie, este grupo de soñadores a la fuerza sufren la traición de su guía, la intervención de la policía o el rechazo de los huelguistas. A nadie importa los sufrimientos de estos emigrantes a quienes se les ordena regresar a un hogar donde no les aguarda más que la miseria y la desesperación que calman con la idea de llegar a Francia, la cual les concede la esperanza necesaria para continuar hacia una promesa de mejora que conlleva sacrificios y sufrimientos, pero al menos les ofrece la posibilidad de continuar soñando con un nuevo principio. Pero los desheredados de Pietro Germi son repudiados allí donde se detienen, en todo momento reciben un trato hostil, cuando lo único que pretenden es abandonar un entorno en el que vivir resulta poco menos que imposible, como consecuencia de los aspectos sociales que se observan a lo largo del camino por donde muestran sus sentimientos, su amistad, su dolor o el amor que los acompaña durante el trayecto que resalta la ausencia de solidaridad tanto en las ciudades como en el campo.

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