lunes, 28 de enero de 2013

Cuando el viento sopla (1986)


Hacia finales de la Guerra Fría, Jimmy T. Murakami adaptó la novela gráfica de Raymond Bloggs, publicada en 1982, siguiendo las viñetas en las que una pareja de ancianos se prepara para una inminente guerra total. Cuando el viento sopla (When the Wind Blows, 1986) se inicia desde la amabilidad y la simpatía que provoca el matrimonio protagonista, cuyos miembros ofrecen la sensación de que actúan sin saber muy bien para qué sirve lo que hacen, pero lo hacen porque así aparece escrito en en los folletos oficiales que James ha cogido en la biblioteca. Los primeros momentos, cuando James y Hilda charlan desde su cotidianidad, dan pie a ese instante de comicidad que desaparece por completo a raíz de la explosión nuclear que, durante y después de su impacto, destruye todo cuanto se encuentra en su radio de acción. Por lo que se observa, ninguno es plenamente consciente de lo que se les viene encima con ese impacto que provoca la lenta agonía de sus cuerpos y sus mentes hacia un final que nadie puede evitar, porque la única protección posible contra un ataque de esas características sería que no se produjese. Para el matrimonio las contiendas armadas no son una novedad, ya que ambos vivieron en sus carnes los destrozos de la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, esta es distinta, las bombas no provienen de las fortalezas flotantes que surcan los cielos, irrisorias en comparación con esos misiles que se lanzan desde la distancia, y cuyos destrozos van más allá de lo que se imagina los Bloggs cuando leen unos folletos informativos donde solo se explica cómo construir un refugio seguro para resistir la explosión. Tras construir el centro de contención nuclear con las puertas de la casa, precaución tan fundamental como inútil, hacen acopio de comida, bebida y otras cuestiones básicas, mientras, se observa como charlan sobre aspectos que desconocen y otros más cercanos a su cotidianidad. Y sin más, por la radio se anuncia lo que ninguno quiere escuchar: el impacto de la bomba se producirá en tres minutos. La onda expansiva arrasa todo cuanto se encuentra a su paso, debilitándose cerca de la casa de los Bloggs, sin que aparentemente les haya afectado, aunque los estragos y la suciedad les darán mucho qué hacer; pero como dice James tienen que ser optimistas, ya que en breve todo volverá a la normalidad, o al menos eso es lo que desean creer. Pero a medida que pasan los días sus cuerpos se resienten, se cansan, sangran, se deterioran a marchas forzadas, los vómitos se convierten en una constante y el temor de no saber qué sucede les obliga a serenarse desde el cariño que les ha unido durante toda una vida o con las inocentes explicaciones que James ofrece a Hilda, mientras la creencia de que se trata de algo pasajero va dejando paso a la cruda realidad de que todo se ha acabado.

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