Una película irregular puede resultar entretenida cuando no se toma en serio a sí misma, reconociendo sus carencias, cuestión que le proporciona ese aire desenfadado y descarado que permite que se disfrute como lo que es: una broma. Aquel maldito tren blindado (Quel maledetto treno blindato) toma prestado características de algunos de los clásicos del cine bélico más rebelde (en cuanto a personajes y situaciones se refiere), cuestión que se puede descubrir (entre otras muchas) cuando Nick (Michael Pergolani) escapa en moto, emulando al personaje interpretado por Steve McQueen en La gran evasión (The Great Escape), o cuando se descubre que sus (anti)héroes son soldados convictos, que bien podrían considerarse miembros de un equipo B de Doce del patíbulo (The Dirty Dozen). También se aprecian influencias del spaguetti-western, cuestión que no sorprende, puesto que su director, Enzo G.Castellari, es un asiduo del subgénero italiano. Tras el desembarco de Normandia, las tropas americanas se encuentran en territorio francés; en los campamentos se reúnen a los desertores, asesinos o ladrones que serán sometidos a consejo de guerra. Este momento inicial, en el campamento militar, se emplea para presentar a los personajes centrales del film, caricaturas de los héroes de las películas anteriormente citadas (y otras); hombres como el teniente Robert Yeager (Bo Svenson), de quien no cabe la menor duda de que se convertirá en el líder del grupo; su cazadora de cuero, sus gafas de sol y su aire chulesco, lo aventuran. Este oficial ha sido arrestado por utilizar (por tercera vez) su avión para ausentarse sin permiso y visitar a su chica, un delito sin importancia en comparación con el cometido por Canfield (Fred Williamson), a quien se le acusa de asesinato, cuestión que no niega y que le sirve para decir que podría volver a matar (ya sea mascando chicle o sin encender el cigarro que, sin saber cómo, le consigue Nick). Es evidente que la película es una broma, cuestión que se observa en cada uno de los personajes principales; pero en mayor medida en Nick, quien, a parte de sus melenas antirreglamentarias, puede falsificar, robar o conseguir cualquier cosa que le pidan, incluso descubrir un río lleno de alemanas desnudas, con quienes se bañan y juegan hasta que Canfield se presenta deseoso de participar en la fiesta, delatando que no son totalmente arios. Otro de los soldados-fugitivos, Tony (Peter Hooten), se muestra como una exageración del matón criado en las calles de una gran ciudad, relacionado con el mundo del hampa y con evidentes problemas de comportamiento (raciales o de rechazo a la autoridad), sin embargo, sufre un cambio cuando se enamora de Nicole (Debra Berger), la enfermera de la resistencia francesa que les ayuda en la misión final. Para completar el quinteto, aparece la figura del soldado cobarde, Berle (Jackie Basehart), nervioso y miedoso, pero que responderá como cualquiera de sus compañeros. Estos perdedores, que no encajan dentro de la guerra ni del sistema (una especie de antepasados (menos expeditivos) de los Malditos Bastardos (Inglourious Basterds) de Quentin Tarantino), buscan el camino que les conduzca hasta Suiza, cargándose a cuantos les salen al encuentro, ya sean amigos (accidentalmente) o enemigos, no por una orden en concreto, sino por su afán de escapar de una contienda en la que, a su pesar, deben permanecer tras su encuentro con el coronel Buckner (Ian Bannen), quien (después de verles en acción) les recluta para realizar una misión que podría liberarlos de sus cargos, eso sí, si sobreviven.
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