En la década de 1970 el cine de catástrofes cobró cierta importancia, buena parte de su éxito se debió a
La aventura del Poseidón (
The Poseidon Adventure, 1972), una película que ayudó a marcar las directrices de este tipo de producción. Una de las principales características fue la de contar con un reparto plagado de nombres y rostros conocidos que serían un buen reclamo para el espectador. Estos actores y actrices formaban parte del reparto coral que daba vida a hombres y mujeres normales, a quienes se dotaba de un pasado y de una personalidad que se presentaría antes de que la catástrofe les obligase a mostrar su valía ante la situación límite que se desataría poco después. La película de
Ronald Neame selecciona a un grupo de pasajeros del barco Poseidón, les acerca al espectador, es necesario conocerles para poder simpatizar y sufrir con ellos, aunque a menudo resultan personajes caricaturescos. Al tiempo que esto sucede, se les permite que deambulen por un medio, en este caso un crucero de lujo, que poco después se convertirá en su prisión mortal. Este reducido grupo no tiene nada en común, salvo encontrarse en un lugar y en un momento que les obliga a unir fuerzas si pretenden alcanzar una salida. La noche de Año Nuevo es un momento para la celebración, pero poco antes de que den las doce, el capitán Harrison (
Leslie Nielsen) recibe una llamada del puente. La noticia que le espera no resulta alentadora, se ha producido un maremoto cerca de Creta. Sin tiempo para una salida, una ola gigantesca enviste al navío y lo vuelca. El terror, la muerte y el desastre se ha apoderado del salón donde se celebraba la bienvenida al nuevo año. Los gritos y los golpes cesan tras un momento de caos, el mundo se ha vuelto del revés, lo que antes eran el techo, ahora es el suelo, lo que antes era celebración ahora es tristeza, miedo y desesperanza. De entre todos los supervivientes surge la figura del Reverendo Scott (
Gene Hackman), algo esperado pues había dejado claro antes del accidente que él es un hombre de acción, no de los que aguardan esperando un milagro. De este modo se erige en el líder de un pequeño grupo, a quienes ha convencido (casi obligado) de la necesidad de subir (antes bajar) a la sala de máquinas porque esa es la única posibilidad. Desde el primer instante se observa una rivalidad entre Rogo (
Ernest Borgnine) y Scott, otra de las características presentes en este tipo de películas, asimismo, existen personajes de apariencia débil, que precisan la ayuda de los más fuertes, su apoyo y su comprensión. Así pues, el reducido grupo abandona a quienes han creído que lo más conveniente sería no moverse, y aguardar a que alguien les salvase, pero, ¿quién?. Scott lo tiene claro, son ellos mismos los que deben salvarse, es la única opción por muchos obstáculos que se les presenten. A medida que avanzan por un barco del revés, destrozado, con lugares a los que no pueden acceder, el peligro crece, y el enfrentamiento entre Rogo y el reverendo también. Sus compañeros parecen mantenerse al margen, ellos no toman las decisiones, sino que las acatan. Sin embargo, se descubre en Martin (
Red Buttons) o en Belle Rosen (
Shelley Winters) a personas valientes que no dudan en poner sus vidas en peligro sin con ello pueden ayudar a sus compañeros.
La aventura del Poseidón fue un éxito enorme, circunstancia que convenció a
Irwin Allen, su productor, y a otros a continuar explotando un filón que en los años siguientes reuniría a estrellas del renombre de
Charlton Heston,
Olivia de Havilland,
William Holden,
Paul Newman, Steve McQueen,
Faye Dunaway,
Ava Gardner,... y más que se meterían en la piel de personas normales dentro de una situación aparentemente nada especial, que tras un terremoto, la erupción de un volcán, la amenaza de un meteoro, una plaga de abejas que lo devoran todo a su vuelo o un incendio provocado por un sistema de mala calidad, se convierte en un sálvese si puede y en una lucha por la supervivencia, en la cual asomará lo mejor y lo peor de cada uno. En la década de 1990, este tipo de film resurgió, en menor o mayor medida, conservando las mismas características de aquellas producciones setenteras que lograron hacer disfrutar y sufrir a millones de espectadores con naufragios, movimientos sísmicos, meteoros o erupciones volcánicas.
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