jueves, 8 de septiembre de 2011

Atrapa a un ladrón (1955)



La Costa Azul sirvió a Alfred Hitchcock como idílico marco geográfico para desarrollar la acción de Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief, 1955), una excelente y entretenida producción en la que, de nuevo, su falso culpable se encuentra en una peligrosa situación que altera su existencia. Para dar vida al falso culpable contó con Cary Grant, el actor en quien Hitchcock enfocó cuanto le gustaría ser, y que emparejó con Grace Kelly, con permiso de Ingrid Bergman su rubia favorita, actriz que poco tiempo después abandonaría el cine, un retiro que afectó profundamente a un director obsesivo y genial. John Robie (Cary Grant), también conocido como el gato, es un tipo elegante, acostumbrado a la buena vida, con un pasado que se presenta en su mansión tras una serie de robos de joyas, que tanto la policía como sus antiguos camaradas le achacan sin posibilidad de que crean en su inocencia. Robie, una y otra vez, niega las evidencias circunstanciales que le acusan. Insiste en que él no ha sido, que se ha mantenido limpio desde que le concedieron la libertad como recompensa por sus heroicidades durante La Segunda Guerra Mundial. Pero ¿quién va a creerle, si los robos llevan su firma? Su apacible existencia da paso a una situación que se le escapa de las manos, porque las apariencias desmienten sus palabras de inocencia. La única idea que se le ocurre para demostrar que dice la verdad consiste en atrapar al auténtico ladrón antes de que la policía o sus antiguos compinches de la resistencia le atrapen a él. Sin embargo, necesita ayuda, y, a pesar del riesgo que significa, acude a ver a un viejo camarada, Bertani (Charles Vanel), que le pone en contacto con el representante de la compañía que ha asegurado la mayoría de las joyas que han sido robadas, H.H.Hughson (John Williams), quien se convierte en colaborador a la fuerza, porque Robie es la única esperanza para atrapar a un ladrón que está arruinando a la aseguradora. Tras obtener la información que Hughson posee y él precisa, John Robie se hace pasar por quien no es para poder acceder a las futuras víctimas del nuevo gato. Su nueva identidad le ofrece la oportunidad de conocer a la multimillonaria Jessie Stevens (Jessie Royce Landis) y a su hija, Frances (Grace Kelly), una mujer que le desconcierta y atrae a partes iguales; y que se propone atraparle, porque ha descubierto quien es en realidad y se ha encaprichado de él. Esta bella mujer descubre en Robie a alguien con quien divertirse y con quien vivir momentos emocionantes, que le apartarían de su habitual desidia y de sus habituales conquistas. Sin embargo, el robo de las joyas de su madre le hace cambiar de opinión, ya no desea atraparle para sus juegos, sino para entregarle a la policía. Una vez más Alfred Hitchcock propuso al espectador un film de suspense, pero en esta ocasión, como pasaría cuatro años más tarde en Con la muerte en los talones, menos angustioso y más divertido que otras de sus magníficas propuestas, una película que permite descubrir sus obsesiones y constantes desde una perspectiva tan agradable como la Costa Azul.

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