En 1938, que es el momento en el que Leo McCarey arranca su comedia antinazi, Hitler anexionaba Austria a su Reich y Hollywood no dijo nada. Poco después, las huestes del dictador invadían los Sudetes y Hollywood tampoco dio importancia al asunto en la pantalla. Al año siguiente, el ejército alemán invadía Polonia y, sin más opción, Francia y Reino Unido declaraban la guerra a Alemania. Era tarde, pues, cuando las dos potencias aliadas habrían podido poner freno al dictador austro-alemán, apenas habían hecho más que un gesto de levantar la cabeza y luego bajarla. Habían decidido imitar la posición de la avestruz, centrándose en lo suyo y permitiendo que a su alrededor sucediesen cosas como el rearme alemán, la invasión de Renania y otras circunstancias previas y alarmantes como pudo ser la ley antisemita de la que McCarey expone algunas consecuencias en su película: la persecución de los judíos, la esterilización y el internamiento en campos. Los líderes de las democracias occidentales prefirieron pasar por alto los movimientos del dictador nazi, para evitar un posible conflicto, el cual, se supone —y esto entra dentro de lo indemostrable— que de producirse años antes, pues, como apunta Churchill en sus memorias, de ser menos permisivos con el alemán, podría haberse evitado la catástrofe o habría sido de menor envergadura que el que estalló en el 1939. Eso mismo hizo Hollywood entonces; se amordazó y así callaba. Lo hacía por sus intereses comerciales, por las presiones y el miedo a perder parte del mercado europeo. Salvo Charles Chaplin —o más tímidamente Alfred Hitchcock en Enviado especial (Foreign Corresponsal, 1940)—, que se puso a rodar El gran dictador (The Great Dictator, 1940), y pudo hacerlo porque era su propio productor e independiente del sistema de estudios, el resto decidió guardar silencio. Esto no era novedad, ya había sucedido respecto a la guerra civil española, la cual asoma en Bloqueo (Blockeade, William Dieterle, 1938) y El último tren desde Madrid (Last Train from Madrid, James P. Hogan, 1937).
Pero tal pasividad se transformó en actividad a partir del 7 de diciembre de 1941, cuando la aviación japonesa atacó Perl Harbor. Eso supuso la entrada de Estados Unidos en la guerra y ya con el país inmerso en la Segunda Guerra Mundial, la actitud hollywoodiense dejó atrás su impasibilidad y se posicionó contra el Eje, dando luz verde a su cine de propaganda. La maquinaria empezó a funcionar a buen ritmo y de la industria surgieron grandes títulos, algunos ya míticos como Casablanca (Michael Curtiz, 1942), La señora Miniver (Mrs. Miniver, William Wyler, 1942), Jornada desesperada (Desperate Journey, Raoul Walsh, 1942), Esta tierra es mía (This Land Is Mine, Jean Renoir, 1943) o el tríptico antinazi de Fritz Lang. Menos serios lo fueron Ernst Lubitsch en la magistral Ser o no ser (To Be or Not To Be, 1942) y McCarey en Ajetreada luna de miel/Hubo una luna de miel (Once Upon a Honeymoon, 1942), la comedia que avanza por Europa al mismo al tiempo que van cayendo Austria, Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Francia... Este recorrido tiene una doble función: incluir el mensaje antinazi y dar rienda suelta a la relación entre los personajes de dos grandes estrellas del momento: Cary Grant y Ginger Rogers, que inevitablemente dan vida a dos “polos” que se atraen, aunque inicialmente lo hagan desde el falso rechazo que McCarey aprovecha para introducir situaciones cómicas que hacen funcionar el asunto como parte del juego de seducción y de la comedia de la que el director de la marxiana Sopa de ganso (Duck Soup, 1933) era un experto. Así da vía libre al romance entre Pat y Kathy, al enredo y al discurso antinazi que el cineasta centra en el barón von Luber (Walter Slezak), a quien Frank pretende desenmascarar para demostrar que se trata de la mano derecha de Hitler o, al menos, de quien va sembrando el nazismo y precipitando la caída de los distintos países que visita. Mientras, inevitablemente, surge el amor y la guerra, la estancia de la pareja en un campo de concentración y su conversión en espías para desbaratar los planes de von Luber y así luchar por la libertad y las democracias…
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