La segunda producción americana de Alfred Hitchcock fue un proyecto impulsado por el productor independiente Walter Wanger, interesado en mostrar la situación política que se vivía en el mundo, de ahí que Enviado especial (Foreign Correspondent) concluya en el interior de una emisora radiofónica londinense durante un ataque aéreo que no impide que el reportero protagonista continúe hablando a los oyentes del otro lado del Atlántico, a quienes pretende advertir y concienciar para que asuman una postura de lucha contra los totalitarismos que por aquel entonces se encontraban en el auge de su poder destructivo. Pero esta circunstancia, que se repite en las producciones de espionaje de la época, no afecta al ritmo de una película que presenta muchas de las características de un cineasta que, ya fuese durante su etapa británica como en la estadounidense, regresó una y otra vez al cine de espías para abordar tramas de impecable factura y ritmo trepidante que, salvo excepciones como Topaz, en su mayoría presentan a hombres y mujeres ajenos al ámbito del espionaje en el que se ven involucrados, como serían los casos de la amante forzosa de Encadenados (Notorious, 1946), el de la familia de El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1956), la pareja de físicos de Cortina rasgada (Torn Cortain, 1966) o el del periodista norteamericano de Enviado especial. Johnny Jones (Joel McCrea) es destinado a Europa para aclarar a los lectores estadounidenses la situación que se vive en el viejo continente, amenazado por una guerra inminente que despierta la curiosidad del director del periódico donde por primera vez se reúne con Stephen Fisher (Herbert Marshall), uno de los diplomáticos que pretenden impedir el estallido de las hostilidades, y que asume el encargo de ser su guía durante su peligroso y engañoso periplo europeo. A pesar de no tratarse de un falso culpable, como sí lo son los protagonistas de 39 escalones (The Thirty-Nine Steps. 1935), Sabotaje (Saboteur, 1942) o Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), Jones se ve inmerso en una intriga en la que tras las apariencias se esconden engaños y mentiras que inicialmente desconoce, y que irá descubriendo al tiempo que se desarrolla su romance con Carol Fisher (Laraine Day), la hija del respetado diplomático que resulta ser uno de los principales agentes de la red de espías nazis a la que se enfrenta. Pero al igual que otras producciones de espionaje del cineasta inglés, Enviado especial se desarrolla más cercana a una aventura en constante movimiento que a una película de suspense o intriga, aunque estas también se encuentran presentes en escenas tan sobresalientes como la visita que el corresponsal y su falso guardaespaldas realizan a la torre o la del molino donde el periodista descubre que Van Meek (Albert Basserman), el pacifista holandés a quien quiere entrevistar, no ha sido asesinado como creía (al ser testigo de la muerte de alguien idéntico), sino secuestrado por la banda de espías que pretende sonsacarle las cláusulas del tratado de paz. Este sería el "MacGuffin" empleado por Hitchcock para dar rienda a la acción de una película que funciona sin fisuras, y en la que se descubre la ambigüedad de situaciones y de personajes como Fisher, que tras su fachada de respetabilidad esconde dos mitades que enfrentan el amor que profesa a su hija con el deber hacia su patria y la ideología que la rige; pero también el reportero asume la necesidad de engañar para poder desenmascarar al padre de Carol, algo que inicialmente rechaza, pero que acaba aceptando para lograr el fin que persigue en compañía de Ffolliott (George Sanders), un periodista en apariencia frívolo que no desentona dentro de falsedad por la que transita el film.
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