viernes, 11 de agosto de 2023

La otra cara del gánster (1967)

El mundo de Jerry Lewis, el que individualiza en su personaje, es más cuerdo que el “normal” que existe fuera de la pantalla y aquel que, dentro de la misma, le rechaza. Se trata de un entorno en el que nadie se preocupa por nadie que no sea sí mismo. Está desquiciado, no hay posibilidad de comunicación, ni intención de hacerlo, como confirma la escena de los policías que discuten sin llegar a un acuerdo porque cada uno se considera en posesión de la razón. Resulta en extremo egoísta, sordo a las voces ajenas. Nadie escucha al protagonista, un tipo en apariencia corriente, cuyo oficio tampoco resulta extraordinario, es contable; ni su única afición, la pesca, lo hace especial. Y sin embargo, lo es. Conocemos a Gerald a través del narrador de La otra cara del gánster (The Big Mouth, 1967), que se persona en cuerpo y voz para guiarnos por una comedia que carece del ritmo y de la hilaridad de los mejores films de Lewis, que aquí volvió a contar con la inestimable colaboración en el guion de Bill Richmond —su guionista habitual durante la década de 1960—. En su mundo todo lo aparente es mentira, pero posibilita el acceso a la verdad que esconde; ni él es quien parece ser, al ser muchos y ninguno de los múltiples rostros que asume a lo largo de su filmografía.

Su cine es apariencia y representación. No lo disimula y juega con las identidades y mentiras. Para ello toma de modelo a Stan Laurel, Charles Chaplin y el “cartoon” —del primero asume la aparente ingenuidad y la torpeza, del segundo el ir contracorriente y la subversión del marginado y de los “dibujos” la resistencia que le permite sobrevivir y superar las situaciones imposibles para el cuerpo humano—; son sus principales inspiraciones para crear su personal y caótico universo cinematográfico en el que todo es posible para lograr desvelar esa cara oculta de la sociedad que se empeña en excluir al “héroe” que la sobrevive sin perder su esencia, un “héroe” patoso, inocente y reconocible encarnado por el actor, un héroe que, en realidad, nada tiene de inocente pues es consciente de su capacidad para subvertir el orden en el que no encaja ni se le permite encajar. Los gánsteres y el gerente-recepcionista del hotel vienen a ser la representación de ese orden que persigue a Gerald Clamson/Syd Valentine (Jerry Lewis) para atraparle (los primeros) o expulsarle (el segundo) y solo mediante el engaño, la falsa identidad, la de un actor de kabuki o la de un excéntrico millonario, le permiten burlar a sus perseguidores: los hampones para hacerse con unos diamantes y el empleado del hotel para echar del recinto a quien considera indigno (por falta de dinero y de autoritarismo, pues el gerente calla y se muestra sumiso ante quienes le avasallan) de entrar en el local…



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