<<Llegué a Turín el 19 de octubre, después de treinta y cinco días de viaje: la casa estaba de pie, toda mi familia viva, nadie me esperaba. Estaba hinchado, barbudo y lacerado, y me costó trabajo que me reconociesen. Encontré a mis amigos llenos de vida, el calor de la comida segura, el concreto trabajo cotidiano, la alegría liberadora de poder contar. Encontré una cama ancha y limpia, que por las noches (instante de terror) cedía blandamente a mi peso. Pero solo después de muchos meses fue desapareciendo mi costumbre de andar con la mirada fija en el suelo, como buscando algo que comer o meterme en el bolsillo apresuradamente para cambiarlo por pan; y no ha dejado de visitarme, a intervalos unas veces espaciados y otras continuos, un sueño lleno de espanto.
Es un sueño que está dentro de otro sueño, distinto en los detalles, idéntico en sustancia. Estoy a la mesa con mi familia, o con mis amigos, o trabajando, o en la campiña verde; en un ambiente plácido y distendido, aparentemente lejos de toda tensión y todo dolor; y, sin embargo, experimento una angustia sutil y profunda, la sensación definitiva de una amenaza que se aproxima.
Y, efectivamente, al ir avanzado el sueño, poco a poco o brutalmente, cada vez de modo diferente, todo cae y se deshace a mi alrededor, el decorado, las paredes, la gente; y la angustia se hace más intensa y más precisa. Todo se ha vuelto un caos: estoy solo en el centro de una nada gris y turbia, y precisamente sé lo que ello quiere decir, y también sé que lo he sabido siempre: estoy otra vez en el Lager, y nada de lo que había fuera del Lager era verdad. El resto era una variación breve, un engaño de los sentidos, un sueño: la familia, la naturaleza, las flores, la casa. Ahora este sueño interior al otro, el sueño de paz, se ha terminado, y en el sueño exterior, que prosigue gélido, oigo sonar una voz, muy conocida; una sola palabra, que no es imperiosa sino breve y dicha en voz baja. Es la orden del amanecer en Auschwitz, una palabra extranjera, temida y esperada: a levantarse, “Wstawać”.>> (1)
Así cierra Primo Levi La tregua, su segundo libro sobre su experiencia en Auschwitz, aunque este se desarrolla en los días que siguieron a la liberación del campo. Lo escribió en 1962, diecisiete años después de su “regreso” de aquel infierno en vida y muerte que fue el Lager. Nunca podría olvidarlo, como se confirmó el 11 de abril de 1987, el día que ya no pudo más y se lanzó por el hueco de las escaleras. Escribo “regreso” entrecomillado porque, como apunta Jorge Semprún en relación a sí mismo y su vivencia en Buchenwald (de existir “moriencia”, quizá seria una palabra más ajustada a la realidad experimentada y sufrida) en La escritura o la vida, <<una parte de mí, esencial, no regresaría jamás>>. (2) Una parte de Levi tampoco regresaría jamás y de otra jamás podría escapar. Para él, como supongo para el resto de supervivientes, no había esperanza de escapar de sus recuerdos ni del pasado donde una parte de él permanecería siempre; ¿quién podría “regresar” inmaculado, sin la sombra perpetúa de los campos? Lo único posible es esa tregua que da título a su libro y al film que Francesco Rosi realizó a partir del mismo. Adaptada por el propio cineasta y por Tonino Guerra, Sandro Petraglia y Stefano Rulli, La tregua (1997) está protagonizada por John Turturro, que da vida al escritor y químico italiano, y desarrolla esos días de liberación en los que Levi abandona el campo de exterminio y deambula sin rumbo fijo, aunque fijado por la burocracia soviética, en un instante que se antoja fuera de tiempo y fuera de la Historia, puesto que la Historia, la que asoma en las enciclopedias, en los estudios y ensayos, y en los libros de texto, se fija en el antes y el después, pero no en ese intervalo de tregua cuya duración variaría según quien; para Levi duró ese momento, para Semprún los años en los que decidió la vida a la escritura; pero en ambos casos eran conscientes de la brevedad o caducidad de una tregua que sabían espejismo o ilusión de vida fuera del campo del que nunca lograrían “regresar” del todo.
(1) Primo Levi: Trilogía de Auschwitz: La tregua (traducción de Pilar Gómez Bedate). Austral, Barcelona, 2019.
(2) Jorge Semprún: La escritura y la vida (traducción Thomas Kauf). Austral, Barcelona, 2015.
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