El fin de la Edad Media europea llegó cuando la conciencia humana cobró conocimiento pleno de su pequeñez, cuando los descubrimientos y el recién nacido capitalismo ampliaron su mundo al tiempo que lo empequeñecían. El humano se vio solo en un universo infinito, lo que deparó una angustia vital que solo la idea de trabajo y de la búsqueda de la inmortalidad, por medio de las conquistas, la ciencia y el arte, parecían calmar. Siglos después, cuando el humano cree que ha conquistado la naturaleza y que todo está explorado, la quietud parece volver a asentarse en la sociedad occidental, pero solo es un espejismo de una sociedad que adormece sus temores, sus dudas, su búsqueda de respuestas. No obstante, inversamente proporcional al estatismo en el orden social, algunos individuos sienten la necesidad de explorar los límites, ya no solo geográficos en cuya búsqueda se lanzan los Stanley y Livingston, Amundsen, Scott o Percy Fawcett, el protagonista de la historia que James Gray nos cuenta en este film de aventuras que se aleja del cine ruidoso y mudo que predomina en el Hollywood actual; en palabras del propio director y guionista: <<Ven las películas como mercancía y no queda lugar para el arte en Hollywood>>. (1) Todos ellos apuran su destino en busca de algo más que un territorio, aunque lo hacen adentrándose en las últimas superficies terrestres desconocidas. ¿Que buscan, en realidad? ¿La conquista de lo imposible o de lo inútil, como algunos personajes de Werner Herzog, sin ir más lejos Aguirre? ¿Qué les mueve? ¿Qué les lleva a soñar y a vivir soñando? El mayor Fawcett busca nuevas fronteras, busca completar el puzzle humano.
El explorador de Z, la ciudad perdida (The Lost City of Z, 2016) va tras el descubrimiento de una civilización perdida, en algún lugar de la cuenca del Amazonas, que ofrezca una explicación a la evolución humana que cambie y dignifique la imagen que el europeo tiene de otros pueblos —el elitismo occidental conlleva la idea de superioridad cultural y social en la que Percy no cree—; pero también es probable que busque calmar su angustia encontrando su inmortalidad en los libros de Historia y su lugar en la humanidad. Sea con sea, James Gray plantea en Z, la ciudad perdida la búsqueda intimista, metafísica, de su protagonismo absoluto, el oficial británico interpretado por Charlie Hunnam —un oficial que primero iba a ser interpretado por Brad Pitt, uno de los productores del film, y después por Benedict Cumberbatch. Desde él, expone varios temas, entre ellos la obsesión que le guía, pero también su comprensión de la vida, el elitismo occidental y la violencia humana. Aunque parte del film se desarrolla en Reino Unido y en el frente francés de la Primera Guerra Mundial, Gray realiza una aventura madura por la Amazonia —en realidad, fue filmada en la reserva natural de Tayrona (Colombia)— en las antípodas de la desenfadada saga de Indiana Jones o Tras el corazón verde (Romancing the Stone, Robert Zemeckis, 1984), pero también desarrolla un drama en la Inglaterra de las primeras décadas del siglo XX, con la Gran Guerra de por medio y con la relación de Percy con la jerarquizada sociedad de su época —las reuniones en la Real Sociedad Geográfica lo apuntan—, con sus hombres, sobre todo la de amistad con Cosins (Robert Pattinson) y la de rechazo con James Murray (Angus Macfadyen), a quienes guía hacia el corazón de la selva, quizá también hacia el límite de lo humano, con Nina (Sienna Miller), a quien abandona durante largos periodos y deja al cuidado de los hijos y minusvalora por ser mujer cuando le dice que le acompañará, con sus hijos, sobre todo con Jack (Tom Holland), el mayor y su compañero en su tercera expedición en busca de su obsesión, quizá en busca de respuestas que sirvan para conocerse a sí mismo y a la raza humana.
(1) James Gray, en la entrevista publicada en Sofilm, número 40, abril de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario