<<La integración del individuo en nuestra sociedad se verifica, casi necesariamente, a costa de una serie ininterrumpida de renuncias. Cada renuncia, por pequeña que parezca, facilita y exige otra renuncia inmediata. De esta manera se provoca la conversión de aquel en un ser distinto del que inicialmente era —mentalmente, moralmente, socialmente distinto—, ya que distintas son sus metas y los procedimientos que utiliza para acceder a ellas. El arte de vivir narra uno de estos procesos de transformación de un hombre en otro>>.1
El inicio de El arte de vivir (1965), la presentación de su protagonista (Luigi Giuliani), resulta entre realista y chaplinesco, en la postura contracorriente asumida por Luis. No camina en sentido contrario a la multitud, pero permanece inmóvil en medio de la carretera mientras pasan automóviles, y los demás peatones aguardan en la acera. Así individualiza Julio Diamante a su protagonista, más lo hace cuando le concede la capacidad de compartir con nosotros su pensamiento crítico y su descontento —que brillan por su ausencia cuando volvamos a escuchar su voz interior, ya totalmente alienada. Disconforme con su entorno y con aspiraciones filosóficas e intelectuales, el joven pasea solitario por la tarde dominical madrileña hasta que conoce a Ana (Elena María Tejeiro). Ese intervalo permite que comprendamos que Luis se plantea su existencia, a la espera de vivirla y de encontrar su lugar en el mundo. Pero ¿cuál es el futuro que le espera? ¿Qué hará de su vida? ¿Traicionará sus ideales? No quiere ser un burgués como Santiago (Paco Valladares), ni un vividor como su primo Juanjo (Juan Luis Galiardo), pero corre el riesgo de ser lo peor de ambos, ya que es consciente de los cambios que va aceptando para salir adelante en un sistema laboral deshumanizado: una corbata y frases hechas que no siente, en su primer empleo; o la pérdida de compañerismo y generosidad, en el segundo, aunque su mayor traición será en el plano personal: su relación con Ana y consigo mismo.
Ella se entrega a él, con todas las consecuencias, consciente de lo que esto significa en una sociedad marcada por la “moral del que dirán”. Es esa moral hipócrita la que provoca su vergüenza, pues, como mujer en una sociedad tradicional y represiva, se le acusa, juzga y condena —así hace la madre de Luis (Lola Gaos) cuando la conoce en el piso de su hijo o Juanjo, que intenta aprovecharse de ella. Ana es la víctima del brutal formalismo de puertas afuera, el que la condena a sentir vergüenza por amar y expresar físicamente su amor por Luis. Respecto a esto, la escena de la cafetería, donde el camarero llama la atención de la pareja porque ella besa la mano de su novio —una escena similar asoma en la episódica Tiempo de amar (1964), el anterior trabajo de Diamante—, y la posterior subida clandestina a la pensión del joven son expresivamente claras. Lo que resalta después de disfrutar de El arte de vivir es la intención de Diamante de señalar la ausencia de libertad en el individuo, en este caso la pareja, —<<poniendo aquí el acento en analizar más en profundidad los mecanismos dominantes en la sociedad en la que la historia amorosa se desarrolla>>—,1 que acaba renunciando a su yo y transformándose en otro yo distinto al de sus ilusiones iniciales, aquellas que no pueden ser dentro de la sociedad a la que Luis y Ana pertenecen, una que orienta y prohíbe, y que fomenta la necesidad de dinero, exigiendo sumisión y actitudes prácticas que acaban por hacer del personaje interpretado por Luigi Giuliani alguien distinto a aquel que, al inicio de la película, aguardaba en medio de la carretera. El amor es una de las primeras víctimas de esta conversión, pero también lo es la generosidad y la libertad del individuo dentro de una sociedad alienada y alienante. Ya desde el primer momento, quizá solo sea posible en su ideal, pues vista la travesía de la pareja por su relación y por el entorno se comprende que está condicionada por la moral dominante y por la necesidad de un trabajo que posibilite dinero: el factor que marca nuestras vidas y también nuestras condenas a no ser quienes y como habíamos soñado y deseado ser. Esa imagen ideal, con la que inicialmente Luis se enfrenta al mundo, solo podría sobrevivir en alguien que, como el vagabundo de Chaplin, camine a contracorriente, prescinda de los bienes materiales y esté dispuesto a pagar las consecuencias sociales y personales de su acceso a un mayor grado de libertad.
Recuerdo que me gustó mucho cuando la vi (http://cinefiliasantmiquel.blogspot.com/2017/07/el-arte-de-vivir-1965.html)
ResponderEliminarJulio Diamante es un director que merece ser reivindicado.
Saludos.
He leído tu comentario sobre la película y me parece estupendo. Y no puedo estar más de acuerdo. Creo que el cine de Julio Diamante merece mayor atención. Por mi parte, se la prestaré.
EliminarSaludos.
La vi en TVE en el ciclo de Cine Español de la Sánchez. Me gustó bastante, aunque no era perfecta, tenía ese aire de cine de autor, con exteriores, silencios, planos hieráticos y monólogo interior (creo). Todo muy Nouvelle Vague. Además estos films tienen el zeitgeist que tanto valoro: sientes el tiempo espacializado en las calles, los coches, la vestimenta, el aire de la época. Muy buen artículo Toño, como siempre, pero me gustaría que dieras más espacio al cuerpo del texto
ResponderEliminarMuchas gracias, Francisco. Intentaré espaciar más, para lograr una lectura más sencilla y fluida del texto. En cuanto a la película, así la veo yo también. Creo que es un film que retrata muy bien el momento del país y la transformación (alienación) del individuo en una sociedad que indudablemente le cambia y pervierte sus valores; si pervertir es la palabra adecuada para el caso.
EliminarUna reflexión certera y muy bien expresada. Casi todas y todos nos sentimos representados.😊Y hacemos lo que podemos parar paliar la angustia y compensar la renuncia.Hace tiempo que quiero ver esta peli y transitar el Cine de Diamante.¡Gracias!
ResponderEliminar¡Gracias a ti! Espero que la veas y nos cuentes tu transitar por el cine de Diamante, un director que, por lo que he podido descubrir, me parece más que interesante.
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