viernes, 1 de abril de 2022

Gentleman Jim (1942)


Para alguien vitalista como Raoul Walsh sería un aliciente rodar la biografía de un boxeador como James J. Corbett y transformarla en una aventura de la vida, con buenas dosis de comedia, donde el púgil cobra no solo los rasgos físicos de Errol Flynn —uno de los actores con quien más trabajó el cineasta durante su periodo Warner, en el que otro de sus actores asiduos fue Humphrey Bogart—, sino también su aire picaresco y alegre, el sin miedo a vivir que el actor confiere a sus héroes. Posiblemente, la de Jim Corbett sea una de sus mejores interpretaciones. Tanto el director como el actor se encuentran a gusto, y se les nota; de hecho, en sus memorias, Flynn recuerda que es una de sus películas favoritas, cuando comenta una anécdota que sucedió durante el rodaje. Y Walsh, en las suyas, escribe que <<trabajé con mayor comodidad que de costumbre, ya que Flynn se mostró muy contento con el papel>>. Además, ni peca de humilde ni le falta razón cuando dice que <<el film tenía varias secuencias memorables>>. Cierto, y todavía las conserva. El cine ha cambiado, sus creadores y el público también, por ello, Gentleman Jim (1942) es más memorable si cabe, lo es por ser de esas películas que posee la alegría y el descaro de un celuloide ya inexistente. Conserva intacta la sustancia y la gracia que se ganan las simpatías del público de hoy y de mañana.



Considerado pionero del boxeo moderno, debido a sus ágiles movimientos, Jim abandona su trabajo de empleado de banca para lanzarse al ring en una época en la que el boxeo todavía transita entre las peleas clandestinas y el deporte legal. Pero sin duda, como corroboran varias escenas, atrae a las masas que vibran presenciando peleas callejeras, caseras o en el combate por el título mundial en el que Corbett alcanza la victoria tras derrotar a John L. Sullivan (Ward Bond), el veterano campeón a quien admira y a quien releva en la cima del pugilato. Pero el combate (y la trayectoria de ambos boxeadores) no es lo relevante de Gentleman Jim, se puede encontrar en cualquier libro de historia deportiva o pugilística. Lo determinante del film, lo que marca las diferencias respecto a otras biopic es ese carácter desenfadado, sus ganas de divertirse y de invitar a la diversión, como apuntan las escenas del combate en la bahía de San Francisco —donde un galeón hace las veces de patio de butacas—, cuyas aguas acaban acogiendo a las autoridades que pretenden detener la lucha; el encuentro en el camerino de Sullivan o la costumbre de los tres hermanos Corbett, que resuelven sus pequeñas diferencias y disputas a golpes en el granero, para mayor regocijo del vecindario. Incluso el romance asoma de modo diferente, tomando el tira y afloja de la screwball comedy que enfrenta a dos sexos que se atraen, aunque mal disimulen dicha atracción, como sucede con entre el caballero de origen humilde y la millonaria interpretada por Alexis Smith, quizá una de las actrices más desaprovechadas de la Warner.






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