domingo, 23 de mayo de 2021

Patricio miró a una estrella (1934)


En el entonces de 1934, el cine y el público todavía vivían en una inocencia e ilusión imposibles en la actualidad. Y esa inocencia e ilusión son hermanas de época del humor que domina en esta comedia que supuso el debut en la dirección de José Luis Sáenz de Heredia. Actualmente, Patricio miró a una estrella (1934) es una curiosidad que debería disfrutarse con simpatía, sin pensar en el hoy cinematográfico, sino en ese ayer que descubre la pasión por el cine de un joven cineasta que rueda ilusionado su primera película, contando con pocos medios y mezclando gustos e influencias. <<El film, defectuoso, no definitivo, balbuceante en ocasiones. Tiene, sin embargo, una honradez y una buena fe que no vemos nunca en el cine español. Sáenz de Heredia con su Patricio ha querido hacer arte, no chabacanería, ni mal gusto>>.1 Patricio miró a una estrella sueña con el cine y es ingenua como su protagonista (Antonio Vico), a quien conocemos pedaleando por una carretera sin más vehículos que su bicicleta y el automóvil que la adelanta. Poco después, vemos a una pareja discutiendo en un descampado. Patricio se acerca en su bici e interviene. De repente, se escucha fuera de campo: <<¡Animal!>> Y él (y la cámara) descubre a un director de cine y a su equipo técnico grabando la escena que ha sido interrumpida. Patricio, el antihéroe de bigote a lo Douglas Fairbanks, acaba de vivir un instante de confusión entre la realidad y la ficción cinematográfica, un instante de cine dentro de cine que, seguramente, Sáenz de Heredia tomó de un escena similar de La mejor película de Thomas Graal (Thomas Graal’s bästa filmMauritz Stiller, 1917). Esa es la segunda de muchas influencias que asomarán en la pantalla —la primera es la rueda del automóvil girando en un primerísimo primer plano—, la mayoría recibidas del cine mudo y algunas remiten a las comedias de Chaplin, aunque no a su personaje, puesto que Charlot, por convicción y decisión, no quiere adaptarse al orden adulto que observa lleno de injusticias y abusos, mientras que Patricio sueña con hacerse un lugar en el cine, un hueco que le lleve al éxito que brilla por su ausencia en su trabajo de dependiente en la mercería donde parece estar a años luz de lograrlo. Tampoco ayuda ser el centro de las bromas de sus compañeros, aunque una de ellas le pone en contacto con Emma (Rosita Lacasa), la estrella de cine de quien se enamora —en la visita relámpago que ella hace a la mercería— y quien le abrirá las puertas hacia su sueño. Los momentos más inspirados del film se producen en la visita de Patricio a los estudios, cuando cree que lo han contratado para actuar, confusión que depara un instante de hilaridad que se une a la persecución anterior, durante la cual el protagonista se cuela en un rodaje e intenta ocultarse del vigilante que lo busca. Es un instante en el que Sáenz de Heredia homenajea a la comedia muda y muestra que el cine es o, más bien, era ilusión.


1.Serrano de Osma, Carlos: revista cinematográfica Popular Films, número 459, 6 de junio de 1935. (Artículo recogido en El cinema de Carlos Serrano de Osma. 28 Semana Internacional de Cine de Valladolid)

2 comentarios:

  1. Desde luego, las elogiosas palabras de Serrano de Osma que reproduces invitan a ver la película.

    Saludos.

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    1. Cierto, el artículo completo de Serrano de Osma habla muy bien de ella. Está claro que él la vio sin los casi noventa años de cine por delante que nos separan, nueve décadas son más que suficientes para haber cambiado tanto el cine como la percepción del público, pero si pensamos en su entonces, no creo que su elogio ande desencaminado.

      Saludos.

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