Hay algo de irracional en acatar sin disentir, en soportar malos tratos y humillación sin protestar, en no dudar ni desobedecer órdenes que no se comprenden o que se comprenden aberrantes. Pero, a veces, dicha irracionalidad es forzada u obedece al adiestramiento, o a un condicionamiento previo, tan estudiado que suele ser efectivo y puede borrar la capacidad de ser y de elegir. Esto sucede con Mikami (Tamio Kawacha), el soldado japonés de quien Harumi (Yumiko Nogawa) se enamora perdidamente, como no podía ser de otro modo para alguien como ella: todo corazón y pasión. Ella es la mujer que camina al inicio del film, lo hace por un espacio desierto, en apariencia desolado, sobre el que se impresionan los créditos de Historia una prostituta (Shunpuden, 1965). En un momento del camino, se detiene y mira hacia atrás, posiblemente esté mirando o buscando su pasado, su historia, puede que su futuro ya anterior, uno que se repite y se representa en la pantalla para nosotros. El narrador —exclusivo de ese único instante— dice que Harumi se ha enamorado de un hombre que ha traído a su mujer de Japón, lo cual provoca la furia de la protagonista, y un nuevo desengaño en una vida condenada. Es una escena breve, ajena al estilo que se verá durante el resto del film. Su forma advierte cierta teatralidad, y la sensación de representación de un drama teatral, de una imposibilidad con tintes de tragedia. La siguiente escena muestra a Harumi en el interior de un camión militar, acompañada de otras mujeres que, al igual que ella, serán los cuerpos que satisfarán el apetito carnal de un batallón de soldados del ejército imperial japonés destinado en China. En ese aspecto, ellas son objetos, propiedades de quienes les pagan y golpean, pero resultan más libres de espíritu que los soldados, que son, salvo excepciones puntales como Uno, en cuerpo y alma propiedad del ejército, como corrobora la sumisión de Mikami.
<<Nogawa es una actriz que transmite a las películas de Suzuki la adecuada continuidad, y que siempre consigue cautivar al espectador con su sensual vitalidad. Quizá Suzuki se niegue a reconocer las diferencias entre hombres y mujeres, del mismo modo en que ignora las estaciones. Sus actores favoritos utilizan un acercamiento físico, no psicológico, para encarnar a sus personajes; y en este aspecto, Nogawa no es, de ninguna manera, inferior a las estrellas masculinas de Nikkatsu. No son las típicas señas de identidad de una prostituta, ni el ambiente en el que Suzuki la sitúa, sino la vitalidad física de Nogawa lo que determina la atmósfera de estas películas>>.1 La Harumi de Nogawa es una fuerza viva, emocional en grado sumo, independiente, ya que sólo entrega su corazón a quien ella escoge, quizá sea la única que demuestra estar plenamente viva. No duda en enfrentarse a quien debe entregar su cuerpo, aguanta estoica sus palizas, pues sabe que no la doblegará un acto de violenta barbarie; como tampoco duda en entregar su amor a quien elige, aunque su elegido sea un soldado que no muestra la menor emoción. No puede, han sido sustituidas por la sumisión al ejército imperial; de ahí, que siempre exista un contraste brutal entre los dos amantes, aunque su destino acabe siendo el mismo. Y quizá lo acabe siendo porque es el único instante en el que realmente sus cuerpos y sus espíritus están o podrán estar juntos.
1.Shigehiko Hasumi: Un mundo sin estaciones, en El desierto bajo los cerezos en flor: El cine de Seijun Suzuki. Festiva Internacional de Cine de Gijón, 2001
Admiro tu poder de síntesis para analizar un film. Aquí otra vez una obra maestra de cine de autor
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