Un
rostro, una mano, un ojo seccionado por una navaja, imágenes que nos
adentran en el alma humana o nos ofrece un nuevo significado de los
objetos y del instante. Un paso adelante, uno hacia atrás, pausa,
movimiento, secuencias que siguen el fluir del instante, de los
cuerpos y de los gestos. Primeros planos, ralentí, distancias de
cine, distancias entre el ojo humano y el objetivo de una cámara.
Cualquier cineasta expresa su arte empleando los recursos
cinematográficos, pero no todos son capaces de transmitir la esencia
del momento, más allá de cualquier espacio físico, la esencia
entre la realidad y su interpretación cinematográfica. Monet captó
la atmósfera de la realidad, aquellas impresiones que nuestro ojo
recoge según la luz e incluso nuestro estado de ánimo, es la
interpretación del mundo, pero quizá no sea el mundo. El cine no es
un cuadro, pero tiene cierto parentesco, ya que capta un instante, su
esencia, su impresión, su atmósfera. Walter Benjamin
escribió sobre el primer plano y el ralentí, sobre la realidad que
se escapa a nuestro ojo, pero que queda atrapada por la cámara. Habló
de ello en su breve ensayo La obra de arte en la época de su
reproducción mecánica, y el entrecomillado que sigue pertenece a dicho
texto. Me parece interesante, recordar que, por ejemplo, un primer
plano varía según quién y cómo lo use, puesto que imágenes de un mismo
momento, lugar o cuerpo varían según quien mire, hable, susurre, exagere,
lo acerque o lo espante...
Este primer plano de Mamasunción (Chano Piñeiro, 1985) me habla sin necesidad de emitir sonidos; me habla de una madre y de una tierra, me cuenta sobre una espera y sobre el paso del tiempo, me indica la resistencia silenciosa de alguien que aguarda el regreso del ser amado, me desvela, a través de su mirada fija, un espacio entre la resignación y la última esperanza)
Walter Benjamin (Berlín, 15 de julio de 1892 - Portbou, 27 de septiembre de 1940)
<<Haciendo
primeros planos sobre el inventario de realidades, señalando
detalles de lo familiar normalmente ocultos, indagando en contextos
corrientes bajo la inspirada guía del objetivo, el cine, por un
lado, nos permite conocer mejor las necesidades que rigen nuestra
existencia y, por otro, nos abre un campo de acción inmenso e
insospechado. Las tabernas y las calles de nuestras urbes, las
oficinas y las habitaciones amuebladas, las estaciones y las fábricas
parecían atraparnos sin esperanza alguna de escapar. Pero llegó el
cine, y gracias a la dinamita de sus décimas de segundo hizo
estallar por los aires ese universo carcelario: podemos ahora
emprender atrevidos viajes por entre los escombros dispersados. Con
el primer plano, el espacio se ensancha; con el ralentí, el
movimiento adquiere nuevas dimensiones. El primer plano no solo
perfila claramente lo que “en cualquier caso” vemos de manera
menos clara, también hace aparecer estructuras completamente nuevas
de la materia. El ralentí, no solo resalta tipos de movimientos que
ya conocemos, también descubre nuevos tipos que desconocíamos y
“que no son en modo alguno movimientos rápidos ralentizados, sino
movimientos extrañamente deslizantes, flotantes, sobrenaturales”
(Rudolph Arnheim, Der Film als Kunst, Berlin, 1932, p.138). Queda,
por tanto, claro que la naturaleza que habla a la cámara no es la
misma que la que habla a nuestros ojos. Es distinta, sobre todo
porque el espacio que el hombre dominaba con su consciencia es
sustituido por otro en el que impera la inconsciencia. Conocemos
sobradamente los movimientos del caminante, pero nada sabemos del gesto con el que, en una fracción de segundo, adelanta un pie.
Conocemos más o menos el gesto que hacemos al coger un mechero o una
cuchara, pero desconocemos casi todo de lo que ocurre entre la mano y
el metal, y todo de cómo cambia el gesto según nuestro estado de
ánimo. Y aquí sí penetra la cámara con sus recursos varios: sus
subidas y bajadas, sus planos fijos y sostenidos, sus ritmos lentos o
rápidos, sus ángulos abiertos o cerrados. Solo la cámara nos
muestra el inconsciente visual, como solo el psicoanálisis nos
muestra el inconsciente pulsional>>.1
1.Benjamin, Walter: La obra de arte en la época de su reproducción mecánica (traducción Wolfgang Erger), pp 46-48. Casimiro Libros, Madrid, 2010.
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