jueves, 2 de julio de 2020

Declaradme culpable (2006)


Espero que a nadie moleste que tome prestadas las palabras de Hannah Arendt para señalar que <<todo juicio público se parece a una representación dramática, por cuanto uno y otra se inician y terminan basándose en el sujeto activo, ni en el sujeto pasivo ni en la víctima>>.1 Este parecido también se aplica a una película que desarrolle un juicio mediático, exagerado, quizá tanto que alcance el grado de grotesco. Se trata de un juicio en el que el <<elemento central [...] tan solo puede ser la persona que cometió los hechos -en este aspecto es como el héroe de un drama->>. Pero, más que un drama, podemos decir que Declaradme culpable (Find Me Guilty, 2006) es un esperpento que no esconde sus simpatías. Las de Sidney Lumet recaen sin disimulo sobre el personaje de Vin Diesel, que interpreta a un criminal convicto que, cansado de la palabrería y de la falta de resultados de sus abogados, decide asumir su defensa durante el juicio a supuestos miembros de una importante familia mafiosa. Lumet muestra al personaje en un estado de excepción, fuera de su campo de acción y del correccional donde cumple su condena. Lo muestra ejerciendo de defensor legal donde no se espera que lo haga. El bagaje cultural de este traficante se reduce a su paso por la escuela primaria y a sus constantes entradas y salidas de cárceles donde, en suma, ha pasado media vida. Y, como consecuencia, resulta chocante que decida representarse y defenderse a sí mismo en la sala de justicia donde se juzga a más de una veintena de sospechosos de conspiración criminal. La mirada de Lumet hacia su protagonista es amable, aunque quizá "amable" no sea la palabra exacta. Le confiere un tono cómico, burlón, desenfadado y bufón, que nunca abandona durante su estancia en tribunal donde Declaradme culpable no alcanza la notoriedad de la sala de Doce hombres sin piedad (Twelve Angry Man, 1956). Aún así, la película funciona bien. Funciona en su mezcla de drama judicial y de espectáculo circense, funciona como entretenimiento que no pretende ensalzar al criminal, sino, desde su postura chulesca y exagerada, evidenciar a un sistema legal que permite acuerdos con criminales para condenar a otros criminales. Lumet no se corta a la hora de señalar la existencia de pactos con delincuentes para encerrar a otros, pero también recalca que la apariencia vende más, y mejor, conquista a la prensa, al público y al jurado. De hecho, Jackie DiNorscio (Vin Diesel) se gana las simpatías del jurado y de los espectadores que lo ven ejercer una defensa en la que de macarra e ignorante pasa a héroe que se rige por un código de honor que nada tiene que ver con el código legal. El Lumet de Declaradme culpable no relata o recrea el juicio más largo de la historia de los Estados Unidos, aquel que duró más de seiscientos días y que juzgó a imputados por conspiración criminal, lo que hace es tomar de la realidad y generar cine espectáculo, dejando claro que un tribunal también puede ser escenario donde la ficción y la realidad se confunden. Lumet se maneja en la sala del juez (Ron Silver) con idéntico desparpajo que Jackie, el único de los imputados que está en prisión y el único que prescinde de un abogado defensor, cansado de que estos no logren defenderle. De ese modo decide defenderse a sí mismo, después de rechazar el trato que le propone el fiscal (Linus Roache), a quien poco después se enfrenta en una sala donde se convierte en payaso que se ríe y hace reír, en defensor de su causa, en repudiado por los suyos, y en quebradero de cabeza del juez, de la acusación -que espera una victoria, y obtiene una espera que desespera- y del resto de los acusados.


1.Arendt, Hannah: Eichmann en Jerusalén. DeBolsillo, 2006

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