Reconocido por su labor en el ámbito de las letras castellanas, en enero de 2000, Fernando Fernán Gómez tomaba posesión de su asiento en la Real Academia Española. Por aquel entonces tampoco se dudaba de su contribución al cine, ni se ponía en duda la calidad que atesoran El mundo sigue (1963) o El extraño viaje (1964), dos películas que en su momento fueron condenadas al ostracismo de la no exhibición comercial. Pero, aún hoy, se desconoce uno de sus mejores films, quizá porque ni es un largometraje ni fue hecho para el cine. Juan Soldado (1973) fue un proyecto que Fernán Gómez realizó para televisión española, la única cadena televisiva que, por entonces, emitía en España. Sus cuarenta y cinco minutos de duración le dan forma de mediometraje, aunque después de su exhibición internacional en el festival de Praga, donde resultó premiada, el ente estatal recortó el metraje para su emisión pública, el 24 de octubre de 1973.
El realizador recordaba que le <<pareció insólito que TVE quisiera hacer una historia como esa>>1, inspirada libremente en un relato de Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber y Larrea), que a su vez había hecho lo propio a partir del cuento popular Juan sin miedo. Ante la posibilidad que se le presentaba, el cineasta se replanteó sus ideas respecto a la cadena televisiva, al creer <<que sí eran posibles en TVE cosas que dentro de la industria privada del cine no resultaban factibles>>2. Pensó <<que por metraje y por índole de películas, las posibilidades que me ofrecía TVE, eran mucho más interesantes, para un creador aislado, para un francotirador, como puedo ser yo>>3. Comedia y fantasía, Juan Soldado resulta tan atípica como lo fue su máximo responsable, una película que escapa del tiempo y del espacio concretos para ubicarse en la irrealidad de la antesala celestial, espacio que se descubre después de iniciadas las andanzas del protagonista.
El inicio y el final de Juan Soldado muestra al mismo coro de niñas y niños, cantando la misma canción sobre el personaje. Entonan que estuvo allí, pero que ellos no lo han visto, lo cual confirma que el recién licenciado del ejército, más que un ser real, es alguien imaginado por el folclore popular, una especie de salvador que <<ni debe ni teme>>, como él mismo no se cansa de repetir ante cualquiera que ose poner en duda su valor. Este viejo militar ha dedicado veinticuatro años de su vida a servir al rey, pero, por cuestiones de reglamento, lo licencian sin más premio que una libra de pan y seis maravedíes. Así son las ordenanzas del sistema militar que Fernán Gómez satiriza en una de las escenas más logradas, surrealistas y subversivas del film. Bravo, optimista y generoso, lo demuestra cuando comparte su pan y sus monedas con la pareja de caminantes que se le aparecen en tres ocasiones consecutivas, a Juan Soldado le es concedido un deseo como recompensa a su triple buena acción. Famélico y con el morral vacío, no duda y pide que todo cuanto anhele vaya a parar a esa bolsa que se llena de naranjas, de ristras de chorizo e incluso de un jamón que escapa de su legítimo dueño. La película, escrita por Lola Salvador Maldonado, rebosa inventiva, rebeldía y comicidad desde la visita del héroe al oficial (Luis Marín) que lo licencia, porque lo dicen las ordenanzas, y él se debe a ellas y al polvo de su oficina. Otro momento que sorprende por su ruptura, descubre a Juan narrando sus experiencias a un grupo de niños, que escuchan sus andanzas, pero lo hacen en la sala de recepción del cielo. Ninguno de los encuentros que componen este film televisivo de Fernán Gómez tiene desperdicio, ya sea el triple con Pedro (Manuel Torremocha) y Jesús (Manuel Sierra), a quienes ofrece cuanto posee sin saber quienes son o su enfrentamiento con el temible Asombro (Enrinque Camoiras), alma en pena a la que libera de su condena. En apariencia ambos encuentros no tienen puntos comunes salvo el protagonista, pero cobran sentido conjunto cuando se produce la victoria de Juan sobre la diablesa (Emma Cohen) y Lucifer (Kiko Viader), con la cual libera a los condenados del infierno, y su apertura de las puertas celestiales, que posibilita el paso a todas las almas. Esto es precisamente lo que quiere el soldado, así se lo hace saber a San Pedro cuando trata de impedírselo, pero quién podría detener a quien <<ni debe ni teme>> y posee un morral mágico que le permite romper el orden y liberar a sus semejantes; aunque, como parece aclarar la canción, solo forma parte de la fantasía, de la ilusión de libertad y de celestial anarquía.
1,2,3.Antonio Castro. El cine español en el banquillo. Fernando Torres Editor, Valencia, 1974.
Esta serie de TVE, en su buena época (aunque aún vivía Franco), tiene lo que hoy falta: talento. O sea: un guión muy bueno, grandes actores, una realización de calidad. Apenas queda algo así en la tele, y en el cine español jóvenes que no vocalizan y gesticulan sosos guiones sin sentido
ResponderEliminarA lo mejor había tanto talento precisamente porque aún vivía Franco.
EliminarCreo que lo volvieron a emitir el 19 de julio de 1981.
ResponderEliminarNo tenía ni idea, gracias por el aporte. Sí sabía que se incluyó en el DVD de la serie El pícaro, que se editó en 2006.
EliminarSaludos