Existen argumentos que solo son la excusa para desarrollar los temas pretendidos por sus responsables. Por eso no importa que sean o no previsibles, al menos para quienes interpretan las imágenes. El de La invitación (The Invitation, 2015) es uno de ellos y su mayor interés no lo encuentro en la historia que desarrolla en un espacio cerrado, sino en la idea que encierra. Apoyándose en la ubicación espacial, Karyn Kusama generó la atmósfera enrarecida y opresiva que señala el dolor de los personajes, su negación del mismo o su aceptación como parte de la propia existencia humana. La muerte del hijo de Eden (Tammy Blanchard) y Will (Logan Marshall-Green) provocó la aflicción en ambos, la culpabilidad en el segundo y su separación. El ex-matrimonio se reencuentra dos años después de su último encuentro, en la velada que ella y David (Michiel Huisman), su nueva pareja, organizan con el fin de reunir a viejos amigos y amigas. Con ellos pretende compartir un momento que, desde su inicio, apunta la tensión que se irá agudizando a medida que avancen los minutos. Dentro del espacio externo encontramos otro interno, donde Will se siente atrapado. Resulta evidente que, a partir de este personaje y de las impresiones que recibe, La invitación juega sus bazas, apuesta por la atmósfera malsana y por el perímetro acotado donde Kusama encierra a sus invitados. La realizadora sale bien parada del envite, enrarece el tono y genera la sensación de incomodidad, desorientación y desconfianza antes de que la acción se limite al interior de la casa de Even. Acotado el escenario, se reduce el tiempo a una noche, durante la cual el grupo de amigos parece ajeno a las preocupaciones que inquietan a Will. Tras las apariencias se esconde algo extraño, puede que inquietante. Lo sabemos, y Kusama no lo oculta, lo insinúa en este personaje, el único que nunca participa de las comodidades, las risas y el buen rollo que no tarda en verse alterado por los fantasmas del pasado, por el dolor, por la sospecha y por la tensión que aflora durante la reunión. El desequilibrio asoma en pequeños destalles, y estallará avanzada la velada, pero, sobre todo, la directora proyecta en nosotros la incomodidad de Will; juega con su percepción y con la nuestra. Así desconfiamos o dudamos al tiempo que lo hace el personaje. Observamos la presencia de una desconocida, las rejas en la cocina, los recuerdos que afloran durante la visita, la bofetada que Eden propina a Ben (Jay Larson) sin venir a cuento, la negación del sufrimiento, la aparición de otro extraño (John Carroll Lynch), que resulta más inquietante que Sadie (Lindsay Burdge), la falta de cobertura o de teléfono fijo, la puerta cerrada a la que David le quita la llave, la proyección de la muerte de una sectaria o el juego que convence a Claire (Marieh Delfino) para abandonar la fiesta. Todo ello forma parte de la puesta en escena de Kusama donde descubrimos al grupo de mediana edad de clase acomodada, hombres y mujeres que acuden a la llamada llevando consigo la apariencia, la superficialidad, la negación, la aflicción y el sufrimiento. Cuesta aprender a vivir con el dolor, aunque, igual que la alegría, no deja de formar parte de la existencia humana. Ese dolor provoca la culpabilidad en Will e impide que puede superar la pérdida del hijo fallecido, mientras que Eden, tras su intento de suicidio, parece haber dejado atrás cualquier imagen pasada y espectral. Al contrario que el resto de personajes, ambos alcanzan entidad y dimensión más allá de la imagen física, ya que viven entre fantasmas y en el desequilibrio que los separó y los ha transformado en dos opuestos, o quizá en dos iguales que enfocan la pérdida desde polos contrarios que no se atraen. Mientras la interioridad sale a la luz, la tensión va cobrando cuerpo, primero en la sala donde las charlas, la ausencia de Choi (Karl Yune), la grabación o el juego propuesto por David enrarecen el ambiente, y posteriormente en el comedor donde el desvarío se agudiza hasta alcanzar el clímax de este film de bajo presupuesto, sin rostros estelares y, por tanto, destinado aun estreno minoritario, aunque se sitúa por encima de la medianía dominante en el cine comercial hollywoodiense.
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