martes, 29 de octubre de 2019

Ayer, hoy y mañana (1963)


Debido a su ubicación geográfica, <<Nápoles, Milán y Roma>> es uno de los dos títulos alternativos que Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo proponen para Ayer, hoy y mañana (Ieri, Oggi,Domani, 1963) en su amena y completa monografía sobre Vittorio De Sica1. El otro, quizás menos obvio, <<Pobres, ricos y burgueses>>, remite a la perspectiva socioeconómica de los personajes; y tampoco habría desentonado, el más evidente si cabe, "Adelina, Anna y Mara", en clara alusión a las mujeres que protagonizan los tres episodios. Aunque pueda imaginar cualquiera de estos títulos para nombrar el film de De Sica, no quiero hacer lo propio con otra pareja protagonista, pues, en definitiva, las presencias de Sophia Loren y Marcello Mastroianni son parte indispensable del atractivo visible de la película. A la actriz y al actor los unió por primera vez en la pantalla Alessandro Blasetti, en la comedia La ladrona, su padre y el taxista (Peccato sia una canglia, 1954). <<Ahí nació la pareja Sofia Loren/Marcello Mastroianni, una de las últimas parejas del cine>>2, y una que De Sica perfeccionó en Ayer, hoy y mañana, en Matrimonio a la italiana (Matrimonio all'italiana, 1964) y en Los girasoles (I girasoli, 1970), la misma que Ettore Scola llevó a la madurez en Una jornada particular (Ettore Scola, 1977) y que Robert Altman homenajeó en la escena que ambos protagonizaron en Pret-a-porter (1994), imagen otoñal, e igual de paródica, de la mítica secuencia desarrollada en el tercer episodio de Ayer, hoy y mañana, una escena que, al tiempo que rinde tributo a Loren y Mastroianni, apunta el inevitable paso de los años. <<Hemos hecho juntos catorce películas a lo largo de toda una vida>>3. Una de ellas, esta, podría contar por tres, ya que es el número de episodios independientes que le conceden forma de largometraje, y el número de personajes interpretado por cada miembro del dúo.


Escribía al inicio acerca de los títulos alternativos. El motivo resalta, para quien haya visto el film. El primer caso alude a las ciudades donde se desarrollan las tramas, localidades que son tan protagonistas como los individuos que observamos en ellas; el segundo señala la condición social y económica; y el tercero, a las tres mujeres interpretadas por 
Loren. Ellas son el objeto de estudio de De Sica, un estudio cómico y caricaturesco de la sociedad italiana a través de las tres figuras femeninas a quien dio vida la actriz; distintas en cualquier aspecto, salvo el físico y la ascendencia sobre los hombres que las acompañan, a quienes parecen dominar y guiar durante los sucesos que se desarrollan en los espacios urbanos que remiten a ellas, ¿o será a la inversa? Adelina es caótica, alegre y cercana como la ciudad napolitana que la ayuda y vitorea; Anna resulta fría, distante y deshumanizada, a imagen de las localizaciones que se suceden a lo largo de su recorrido automovilístico; mientras que Mara vive en un ático con terraza cuyas vistas dan a la plaza Navona, donde vive entre la beatitud y la frivolidad, entre la inocencia de su vecino seminarista y la intolerante ambición de la abuela de este, entre los hombres que buscan sexo en su alcoba y las fantasías incumplidas de Angelo, que está de paso en la ciudad y la visita con intenciones que nunca se consuman. Las tres partes son autónomas, igual que sus personajes, y no se encuentra más contacto que la insatisfacción que genera los deseos incumplidos, incluso de ignorar cuáles son estos, frente a la obligatoriedad, la desorientación o al antagonismo que une y distancia a los personajes de Mastroianni de las distintas Loren. Carmine pierde su salud satisfaciendo a Adelina, que necesita quedarse continuamente embarazada para evitar su encarcelamiento por vender cigarrillos en el mercado negro, única fuente de ingresos familiar, ya que el marido no encuentra trabajo y, como consecuencia, su labor se reduce a la de "semental". El segundo, escritor sin éxito, escucha a su amante, de igual modo que el público la ha escuchado con anterioridad. El pensamiento de Anna, su insatisfacción y su lujosa superficialidad viajan en el Rolls descapotable mientras choca de continúo con vehículos menos suntuosos, como si a la despistada conductora no le importase lo más mínimo la realidad, ajena a su pensamiento, a sus ideas, deseos, verdades y mentiras que se repite antes de recoger a su acompañante, a quien abandonará en la carretera cuando este no cumpla sus expectativas. Y el tercero, burgués de provincias, lejos de su Bolonia natal, busca en Mara materializar sus fantasías sexuales y, quizá, escapar del control paterno del cual no logra huir, como tampoco consigue la intimidad y la consumación de sus anhelos en el ático de la chica de compañía que lo ningunea hasta la desesperación, porque en esos momentos prioriza la promesa de convencer a su joven vecino para que no abandone su vocación eclesiástica, la que su familia le ha impuesto. Aunque apenas quedan restos del De Sica neorrealista, Ayer, hoy y mañana funciona en su aparente superficialidad, en su humor irónico y caricaturesco, sobre todo en la historia napolitana ideada por Eduardo De Filippo y en la romana de Cesare Zavattini. Mientras que la segunda, inspirada en un relato de Alberto Moravia, acentúa la impersonalidad espacial que resalta el vacío existencial y la superficialidad expuestas durante el episodio, el de menor duración, el más frío y subjetivo del conjunto.



1.Aguilar y Cabrerizo. Vittorio De Sica. Cátedra, Madrid, 2015
2,3.Marcello Mastroianni. Si ya me acuerdo (traducción José Ramón Monreal). Ediciones B, Barcelona, 1999

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