No tengo dudas acerca de que Lupin III: El castillo de Cagliostro (Rupen Sansei - Kariosutoro no shiro, 1979) presenta aspectos que Hayao Miyazaki iría desarrollado a lo largo de su filmografía —máquinas voladoras, heroínas que igualan o sustituyen al típico héroe masculino o la presencia de elementos naturales como parte indispensable del paisaje donde se desarrollan las tramas—, pero es en Nausicaä del valle del viento (Kaze no Tanino Naushika, 1984) donde ya aparecen en toda su amplitud las ideas y los temas del cineasta japonés. Si en su primer largometraje priman la aventura y la diversión, aunque estas no desaparecen, pues no debemos olvidar que los principales destinatarios del film son el público infantil y juvenil, en su segundo largo ceden su protagonismo al viaje interior de la joven heroína que da título a la película, y al simbolismo de una fantasía que nos habla del peligro que supone para todos el desequilibrio naturaleza-civilización y el enfrentamiento entre las distintas potencias planetarias, un enfrentamiento que en Nausicaä del valle del viento se produjo mil años antes de iniciar la trama que el realizador natural de Tokio ubica en un mundo posapocalíptico. El paso adelante del Miyazaki de Nausicaä del valle del viento respecto al de El castillo de Cagliostro quizá encuentre su explicación en el origen de ambas producciones. Lupin III no parte de una idea original del realizador japonés, sino del personaje creado por Maurice Leblanc y del manga de Kazuhiro Katô, mientras que la historia de la princesa del valle del viento sí es creación propia, prueba de ello es la existencia previa de la novela gráfica homónima publicada por Miyazaki. De tal manera, el ladrón de guante blanco encaja en el arquetipo de héroe, y apenas difiere de otros similares; por contra, la heroína del valle alcanza una dimensión humana, conciliadora, simbólica e incluso mística en un entorno condicionado por las rivalidades entre pequeños estados y por la devastación del medio natural. Otro aspecto que anuncia una de las constantes del realizador lo encontramos en la inexistencia de un villano unidimensional, puesto que todos los que podrían asumir dicho rol se sienten justificados para actuar como lo hacen. Miedo, supervivencia o conquista, son motivaciones que no simplifican la propuesta al enfrentamiento entre el bien y el mal que sí se produce en Lupin III: El castillo de Cagliostro y otras aventuras que reducen la complejidad humana al cliché más simple (y menos exigente para el público). Amable, compasiva e inocente como la Nausicaä homérica, la joven princesa protagonista del anime de Miyazaki habita en un mundo posapocalíptico donde las distintas fuerzas luchan por imponerse unas sobre las otras. Descubrimos a la adolescente cuando vuela libre hacia el Mar de Putrefacción. En ese instante ignora que tenga la respuesta que salve al mundo de una nueva destrucción; pero la tiene, porque la respuesta no es quien ni como los humanos fueron capaces de acabar con la Tierra mil años atrás. La tiene porque la supervivencia en el presente (y por tanto en el futuro) no está en el pasado, aunque recordar ayude a comprender errores y a plantear nuevas opciones. Está en ella, en su respeto y su amor por cualquier forma de vida, por la naturaleza misma de la que es parte, actitud y sentimiento que la diferencia del resto de sus iguales. Nausicäa habla a los insectos, intenta calmarlos, los respeta, de igual modo que respeta cualquier forma de vida. En eso consiste su sabiduría, o quizá sea inocencia. Comprende la importancia de cada ser vivo e inerte del planeta, sean los oms, los gusanos gigantes que custodian el bosque de esporas-, las plantas que ha ido recolectando a lo largo de los años o el viento, que interioriza y canaliza para calmar a los insectos o para proteger su hogar. La postura vital de la heroína no nace de la experiencia, nace de su conexión con cuanto le rodea, nace de saber que existe una relación directa entre los seres y el planeta. Hemos dicho que en Nausicaä del valle del viento no hay villano propiamente dicho, aunque esta ausencia no priva de que haya necesidades, ambiciones, emociones y miedos que acarrean los prejuicios, los comportamientos y las decisiones precipitadas de los personajes, incluso, en un momento determinado, la heroína reacciona empleando la fuerza bruta, cegada por la muerte de su padre. En su caso, es un arrebato de ira que reafirma su humanidad, sensible, generosa y sabia. Las tres características apuntadas la capacitan para ser la conciliadora entre las distintas fuerzas en una lucha -humanos contra humanos, y estos contra el medio-, de ahí que trate a todos como a iguales y con igual respeto, medie entre los reinos de Pejite y Tolmekia, proteja su hogar, logre la ayuda de Asbel, el príncipe de Pejite, conecte con los oms o muestre la importancia de escoger una alternativa pacífica a Kushana, la belicosa princesa tolmekiana.
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