Oficial y caballero (1981)
La figura autoritaria y totalitaria del sargento-instructor es clásica del cine ambientado en academias y campos militares. Dentro de sus perímetros, representa el orden marcial y se encarga de inculcar disciplina y la idea de uniformidad entre los reclutas o cadetes bajo su mando. Lo logra a base de palos, de someter y de hacer sufrir a los sonrientes, frágiles e inconscientes que se adentran en sus dominios para descubrir que han caído en el infierno donde aquel castiga, elimina el ego y el libre albedrío, pues, en su reino castrense, no hay lugar para la individualidad ni para el individuo. Esta figura, cuyo carácter semeja pulido a imagen y semejanza del de una piedra, no fue una aportación del Hollywood de la década de 1980, pero sí podría decirse que en los ochenta cobró mayor protagonismo y descargó toda su mala leche y un sin fin de insultos sobre sus jóvenes "galateas". Ese tipo duro, incluso inhumano en su trato con los reclutas, que adiestra, insulta y humilla, porque eso forma parte de su trabajo, no muestra el menor respeto ni compasión hacia las individualidades que pretende homogeneizar, quizás, erradicar, mientras les exige más esfuerzo, mayor aguante y total disciplina. Al menos, a primera vista, así se presentan los suboficiales ejemplificados en Oficial y caballero (An Officer and a Gentleman; Taylor Hackford, 1981), El sargento de hierro (Heartbreak Ridge; Clint Eastwood, 1986) o La chaqueta metálica (Full Metal Jacket; Stanley Kubrick, 1987), tres instructores cortados por el mismo patrón, el del ejército, que alcanzaron gran popularidad entre el público de los años ochenta del pasado siglo. El primero, aunque duro y dominante, podría pasar por justo e incluso por alguien paternal (hacia el final del film); el segundo, tres cuartos de lo mismo, pero más pétreo y malhablado si cabe, debido a la caracterización asumida por Eastwood; y el tercero, la imagen extrema del sinsentido militarista que lleva a reclutas como "patoso" a cruzar el límite que separa la cordura de la locura. En sus manos, los jóvenes son trozos de barro que adquieren la misma forma, el mismo corte de pelo, entonan las mismas canciones y visten el mismo uniforme, pero las circunstancias de los tres relatos difieren, también las tres personalidades y la importancia de cada uno de los sargentos dentro de las historias narradas. El veterano interpretado por Eastwood asume el protagonismo absoluto, mientras el de R. Lee Ermey en el film de Kubrick sirve para agudizar la postura antimilitarista del cineasta y, en el film de Hackford, Louis Gosset Jr. asume el rol antagonista que, avanzado el metraje, da paso al paternal Pigmalión que luce su uniforme de gala, sus múltiples galones, y se muestra orgulloso de su obra.
Pero los protagonistas de la historia escrita por Douglas Day Stewart, e inspirada en experiencias propias, son el cadete Zach Mayo (Richard Gere) y Paula Pokrifki (Debra Winger), empleada en una fábrica de papel que ella asume como su condena. Desde la aparición de ambos en pantalla, comprendemos que son dos marginados que pretenden dejar de serlo. Marcado por su pasado solitario e inestable, Mayo ve en la Marina, en su idea de ser piloto de reactores, la oportunidad de normalizarse, de encajar en alguna parte. Por su parte, Paula sueña con escapar, con viajar, con la llegada de un príncipe azul que la libere de un futuro de insatisfacción existencial que la convertiría en la imagen de su madre (Grace Zabriskie). Sus metas pueden parecer transgresoras, pero denotan el conservadurismo que predomina en un film que, sin apenas confianza por parte del estudio que la produjo, acabaría siendo uno de los éxitos comerciales de la década y el espaldarazo definitivo en las carreras cinematográficas de Gere y Winger; aunque más allá de esto, el film de Hackford no supuso ni introdujo grandes novedades cinematográficas. Alguien podría decir que la presencia de Seeger (Lisa Eilbacher), la joven aspirante a oficial que compite de tú a tú con los reclutas masculinos fue novedosa, pero en ese punto se adelanta La recluta Benjamín (Private Benjamin, Howard Zieff, 1980); y tanto la presencia de Seeger como la de Foley, el sargento de hierro, funcionan para resaltar las virtudes y la humanidad de Mayo. De un modo similar actúa la pareja formada por Lynette (Lisa Blount) y Syd (David Keith), que funciona para realzar la pureza y la sinceridad del lazo que se entreteje entre Paula y Zach. Pero el hecho en sí es que, por mediocre que me parezca, Oficial y caballero logró un éxito inesperado que aún perdura en la memoria popular, un éxito que encuentra parte de su explicación en la convencional historia de amor con final feliz que se aproxima al cuento de hadas. Aunque existe una postura que ensalza el militarismo, no estamos ante un film militarista, sino ante una historia de (supuesta) superación que tanto gusta entre el público. Superación individual y triunfo del amor entre dos supuestos perdedores que vencen los obstáculos que les salen al paso, incluidos los fantasmas y los complejos que habitan en la interioridad del aspirante a oficial y a príncipe azul, quizá a caballero, si alguien sabe en que consiste serlo. Como héroe de antihéroes, en ningún momento del film se duda de que Zach alcance su objetivo —su lugar en el mundo y la familia que nunca tuvo— y el respeto, puede que admiración, del suboficial a quien finalmente saluda y dice que <<¡jamás lo olvidaré, sargento. No lo hubiera conseguido sin usted>>. En definitiva, todo cuanto observo obedece a un orden —sean las escenas donde se muestra por separado las habilidades en combate de los antagonistas, con el fin de hacerlas visibles antes de su enfrentamiento, el convertir a Lynette en villana o mostrar a Paula como un ser que raya la pureza absoluta—, dicho orden intenta mostrar el lado humano de los personajes, pero resulta tan ordenado que acaba por convertirlos en estereotipos acomodados en la superficialidad donde se señala a las "cazadoras" y se olvida que los cadetes también son depredadores a la caza de jóvenes que, como Paula y Lynette, no ven en su cotidianidad más futuro que el presente del que desean huir en brazos de un piloto de la Marina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario