Los estrenos de películas animadas llenan las salas comerciales de niñas, niños y de los adultos que los acompañan, también de quienes, abandonada la infancia tiempo atrás, acuden porque saben que el cine de animación no tiene límite de edad, pero sobre todo las llenan las producciones de gigantes como Disney o su filial Pixar. Esta tendencia se repite cada año, aunque no significa que no existan productoras pequeñas y menos conocidas (sean estadounidenses o de otras cinematografías) que realicen un cine de animación a la altura (a veces superior) de los mejores títulos de la empresa del ratón Mickey, de la de Nemo y de otras como Sony o Dreamworks Animation. Sin embargo, el ser menos mediáticas conlleva que sus estrenos tengan menor repercusión y menor poder de convocatoria, lo cual implica el riesgo de que pasen desapercibidas por una cartelera que solo atiende a razones económicas. En este caso nos encontramos con Laika Entertainment, cuya buena labor se dejó notar en Los mundos de Coraline (Coraline; Henry Selick, 2008) y Los Boxtrolls (The Boxtrolls; Graham Annable, Anthony Stacchi, 2014), pero con Kubo y las dos cuerdas mágicas (Kubo and the Two Strings) consiguió un espléndido espectáculo de fantasía, aventura, ritmo, humor y buenos sentimientos que supera a las citadas. Estos son algunos de los ingredientes que Travis Knight reunió para su debut en la dirección, un debut que se abre a la nocturnidad marítima en la que se descubre la embarcación que sufre la ira de una tormenta, que arroja a sus ocupantes (una madre y su bebé) a la arena de una playa solitaria. Su espléndido inició visual (toda la película destaca en este aspecto) es acompañado por la voz del protagonista, que, como cuentacuentos, nos introduce en su historia. Kubo, el pequeño narrador de fantasías (y heroicidades paternas), vivirá su aventura vital mientras busca las tres piezas de la armadura mágica que lo salvaría de la fría y perfecta familia materna. Pero la magia de Kubo no reside en la armadura, ni en la herencia genética, que permite a sus origamis cobrar vida, ni en las cuerdas mágicas del título, sino en el ojo desde el cual interpreta su mundo, y aquel que lo rodea, descubriendo la hermosura, aunque esta se esconda entre la tristeza y la desesperación que implican las pérdidas que se suceden a lo largo de su recorrido en compañía de "mona" y de ese simpático escarabajo, encantado y desmemoriado, con quienes sin apenas percatarse forma la familia que se le ha negado hasta entonces. Soledad y familia son dos temas presentes en los Boxtrolls, en la que Knight participó como encargado del departamento de animación, pero en Kubo y las dos cuerdas mágicas estas se presentan desde una perspectiva más rítmica y atractiva, como también lo es su fantasía y la aventura que se convierten en parte de la personalidad del niño cuyo don reside en ver más allá de lo aparente, pues solo así encuentra el lado positivo de la vida que le ha ido arrebatando un padre, un ojo o la madre que consume sus últimas energías para ofrecerle la oportunidad de sobrevivir en compañía de la mona de madera que cobra conciencia para recriminar la actitud infantil y, sobre todo, para asumir el rol materno y protector que genera la complicidad y la comicidad de un excelente film animado.
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