Ligeramente escarlata (1956)
Poseedor de un sentido narrativo envidiable y nada narcisista, Allan Dwan realizó más de cuatrocientas películas desde su debut en 1911 hasta su retiro en 1961, sin embargo su extensa filmografía (la mayor parte de la silente perdida) no evita que sea otro cineasta indispensable a la espera de ser rescatado del olvido. Durante su medio siglo tras las cámaras, este pionero cinematográfico dirigió a grandes estrellas —Douglas Fairbanks o Gloria Swanson en títulos como Robin Hood (1922) o Zaza (1923), respectivamente—, trabajó para estudios tan importantes como la Warner y la Fox, también para modestas productoras como Republic Pictures y, ya en la parte final de su carrera profesional, para el productor Benedict Bogeaus en diez films de serie B de impecable factura, algunos tan logrados como Filón de plata (Silver Lode, 1954), Ligeramente escarlata (Slightly Scarlet, 1956) o Al borde del río (The River's Edge, 1957). Al contrario que otros de sus contemporáneos, Dwan fue un director práctico que supo adaptarse a los cambios sin lamentarse, aprovechando sus conocimientos técnicos y narrativos para rodar, con rapidez inusitada y con limitados medios económicos, producciones tan atractivas como las protagonizadas por John Payne. Este actor, el más representativo de la última etapa profesional del responsable de Arenas sangrientas (Sands of Iwo Jima, 1949), dio vida en Ligeramente escarlata a Ben Grace, un periodista sin escrúpulos que ambiciona escalar social y económicamente dentro de un entorno dominado por la organización criminal de Solly Caspar (Ted de Corsia). Para lograrlo, filtra parte de las actividades del hampón, entre ellas el homicidio del magnate (Roy Gordon) que apoyaba a Frank Jansen (Ken Taylor) como el candidato ideal para poner fin a la corrupción y a la criminalidad imperantes. Pero el interés de Dwan no reside en el enfrentamiento de los dos antagonistas, sino en aquello que muestra durante el primer careo entre el ambicioso y ambiguo periodista, que precipita la caída de Caspar y el ascenso a la alcaldía de Jansen para satisfacer sus fines, y las hermanas de cabellos ligeramente escarlata a quienes espía y fotografía al inicio del film. La escena de su cara a cara con June Lyons (Rhonda Fleming) se produce en el salón de la casa de esta última e introduce la atracción que se intuye cuando ambos hablan sentados en un sofá (en primer plano) y se descubre (al fondo de la imagen) la figura tumbada de Dorothy (Arlene Dahl), cuya presencia entre ambos anuncia el triángulo que cobrará importancia a lo largo de los minutos. Por otra parte, las palabras del periodista, <<el señor Jansen es un gran tipo, pero no sabe cómo ganar elecciones. Yo no soy un gran tipo, pero sé cómo. Sacando trapos sucios>>, explican su personalidad, su ambición y el por qué de su encuentro con esas dos hermanas en apariencia opuestas. En un primer momento, June, la secretaria del futuro alcalde, representa la pureza mientras que Dorothy, ex-convicta, es la candidata a asumir el rol de mujer fatal, aunque no llega a serlo porque cuanto hace (seducir, mentir o robar) forma parte del desequilibrio que provoca que interprete la vida como un juego. Aunque se trata del personaje más positivo de la historia, en June también existen connotaciones negativas que la convierten en otro personaje de doble rostro, como delata que silencie sus celos cuando observa el descaro de Dorothy en su intención de seducir a Ben o cuando acude a la casa de la playa donde espera encontrar a su hermana en brazos de aquel, aunque es a Caspar a quien descubre y se ve obligada a disparar sobre él. En ese momento las dos hermanas intercambian sus papeles, la pequeña cobra apariencia indefensa (siempre lo ha estado) y la segunda confirma su carácter ante la agresión del criminal que ha regresado para vengarse de quien en su acto final de nuevo evidencia los opuestos que definen su personalidad.
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