El 12 de abril de 1982 un contingente de las fuerzas especiales argentinas desembarcó en Puerto Stanley-Puerto Argentina, en las islas Malvinas-Falkland Islands, con una población cercana a los dos mil habitantes, en su mayoría descendientes de los colonos escoceses que allí se habían instalado en 1833. Ciento cuarenta y nueve años después, el régimen militar, que por aquel entonces había puesto al frente al teniente general Gattieri, vio la oportunidad para popularizarse entre la población con una guerra que se vendió como patriótica, con la que pretendía anexionar las islas bajo dominio británico, pero sus intenciones poco duraron, ya que el 14 de junio de ese mismo año, las tropas argentinas firmaban su rendición incondicional ante las británicas. Esta circunstancia precipitó la caída de la dictadura militar, las elecciones democráticas en 1983 y el fin de uno de los periodos oscuros de la historia de Argentina. Durante aquellos años el sistema se cobró miles de víctimas, entre las que se contarían la juventud y la inocencia de jóvenes como los protagonistas de esta película que fue posible gracias a la nueva situación político-social, aunque no por ello Bebe Kamin contó con el apoyo de los militares a la hora de realizar su reflexión sobre el engaño y la manipulación sufrida. Los chicos de la guerra fue un punto de arranque para el florecimiento de un cine argentino de gran riqueza y compromiso, asumido por aquellos cineastas que volvieron su mirada hacia ese pasado represivo que borró de un plumazo libertades básicas, así como acalló voces e impuso el incómodo silencio y la desinformación que adultera y condiciona a los adolescentes del film de Kamin. Este ajuste con el pasado se refleja a la perfección en La historia oficial (Luis Puezo, 1985), La noche de los lápices (Héctor Oliveira, 1986) o La deuda interna (Miguel Pereira, 1987), quizá superiores a este drama con trasfondo bélico que se inicia en el presente de 1982, cuando los soldados argentinos son derrotados en las Malvinas. Pero Los chicos de la guerra no es un film bélico, solo toma la guerra como excusa para mostrar la pérdida de inocencia de quienes fueron condenados a vivir en la mentira a la que se accede a lo largo de varios flashbacks que sitúan la acción en 1969, 1975, 1979 y en los instantes iniciales del conflicto. Durante estos retrocesos temporales se expone parte de la infancia y de la adolescencia de los personajes desde quienes se recalca cómo las instituciones marcan su futuro, ya sea la escuela <<la patria los está esperando>> o núcleos familiares como el de Pablo (Gabriel Rovito), cuyo padre (Héctor Alterio) defiende que <<mi hijo es un soldado de la patria>> aunque esa patria solo sea la idea de quienes conducen al país hacia una guerra inútil con la que pretenden aumentar su popularidad y conseguir la aceptación entre una población que un año después celebraría el final de la dictadura y la llegada de la democracia.
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