Las películas que se desarrollan en guerras recientes suelen presentar a soldados condicionados y desorientados ante la ausencia de acción y de un enemigo con quien apenas mantienen contacto directo, pues la tecnología militar realiza la labor que décadas atrás desempeñaban aquellos jóvenes que se veían obligados a luchar cuerpo a cuerpo en un campo de batalla tangible, que se extendía por ubicaciones como la Alemania donde se ubica Corazones de acero (Fury). Los soldados de esta realista incursión bélica conviven a diario con la destrucción, la sangre, el miedo, la violencia y la muerte, características todas ellas que les afecta hasta transformarlos en parte misma de un medio liberador de los instintos primarios de quienes lo habitan, porque la guerra se encuentra presente dentro y fuera de ellos, incluso en aquellos momentos de supuesta calma, como sería la comida "familiar" que el sargento Don "Wardaddy" Collier (Brad Pitt) y el novato Norman Ellison (Logan Lerman) intentan mantener en compañía de dos civiles alemanas. Este instante, que el sargento toma como respiro para su maltrecha conciencia, evoca la inocencia perdida por la dotación del tanque que comanda, una inocencia desaparecida en algún punto del largo recorrido que les ha conducido desde África a Alemania, combatiendo durante años a un enemigo que, a pesar de replegarse, no tiene intención de rendirse. Corazones de acero se ambienta durante el periodo final del conflicto armado más sangriento del siglo XX y se desarrolla desde la perspectiva de los cinco tripulantes de un carro de combate que se ha convertido en su único hogar; aunque inicialmente no lo es para Norman, recién llegado y carente de las vivencias que han unido a sus compañeros y marcado sus comportamientos. En un primer momento, se observa el rechazo y cierto desprecio de los veteranos hacia la imagen inocente que Norman representa, porque su presencia les recuerda lo mucho que han perdido y lo que les queda por perder. Sin embargo, y a pesar de la brutalidad y rudeza tras las que intenta contener sus emociones, Wardaddy asume un comportamiento paternal y protector para con los suyos, ya que se siente responsable de mantenerlos con vida y eso implica abrir los ojos al inexperto, para que este comprenda, antes de que sea tarde, qué es la guerra y cómo actuar en una contienda que el novato empieza a respirar, ver y sentir sin desearlo (ninguno de ellos lo desea, pero no han tenido más opción que aceptarlo mientras luchan por sobrevivir en un espacio que les condena a muerte). En Corazones de acero la cámara de David Ayer describe un entorno donde imperan la destrucción, la violencia y la muerte, obligando a los soldados a actuar como seres acorralados a quienes únicamente les resta una mínima posibilidad de salir indemnes de la monstruosa hostilidad que se descubre en un campo de batalla que no entiende de límites y donde cualquiera puede morir o matar, porque, como exclama "Coon-Ass" Travis (Jon Bernthal) ante la reacción de Norman al descubrir horrores que ellos ya han experimentado, <<¡es la guerra!>>. Y la guerra es dolor y pérdida.
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