Como ha sucedido con otros destacados cineastas de serie B, el cine de John Brahm ha sido relegado al olvido por el paso del tiempo y por la falta de conocimiento de su obra, en la que se pueden encontrar films tan acertados como Concierto macabro, Jack el destripador, Semilla de odio o este film noir en el que no tienen cabida ni gángsters ni detectives, pero sí otro tipo de personaje habitual y fundamental dentro del género, que estaría representado por una amplia gama de mujeres frías y ambiciosas, como lo serían las esposas de Perdición o Demasiado tarde para lágrimas, o por aquellas que padecen un desequilibrio emocional que las convierte en seres extremadamente peligrosos tanto para sí mismas como para los demás, y dentro de este tipo encajaría a la perfección la protagonista de La huella de un recuerdo (The Locked). Salvo su inicio y su final, el film transcurre en el flashback que compone la sombría narración que el doctor Blair (Brian Aherne) expone a John Willis (Gene Raymond) en la mansión de este, instantes antes de que el segundo contraiga matrimonio con Nancy (Laraine Day). Pero ¿quién es esta mujer que ha provocado que un desconocido irrumpa el día de la boda? Para John no existe la menor duda, su prometida es la mujer de su vida y el individuo que tiene delante no deja de ser un perturbado a quien no hay que dar crédito. En contraposición, para Blair, Nancy forma parte de su pasado, aquel que acabó con su presente, y que le ha impulsado a prevenir al prometido abriéndole las imágenes pretéritas que observa el espectador. El doctor rememora cuando se conocieron y enamoraron, así como el día en el que un extraño, igual que él lo es en ese instante, se presentó en su clínica asegurando que tenía algo que contarle acerca de su esposa. A partir de ahí el recuerdo del doctor evoca al de Norman Clyde (Robert Mitchum), el cual a su vez contiene la experiencia infantil que traumatizó a Nancy; de ese modo se descubre la verdad sobre ella, aunque se antoja subjetiva para alguien enamorado como John, que reniega de cuanto escucha como en su momento también hizo el doctor. En La huella de un recuerdo se plantea un drama psicológico en el que la verdad y la mentira se confunden en los recuerdos que hablan de una mujer capaz de robar e incluso de asesinar, porque en ella la realidad se distorsiona como consecuencia de aquel instante que la marcó, lo que implica que en la narración no exista el blanco y el negro, solo grises y sombras que llevan directamente a una segunda lectura que descubre a Nancy como la víctima desequilibrada de aquella experiencia infantil que la convirtió en principio y fin de las palabras de Blair y, a través de las de este, de las de Clyde, gracias al excelente manejo del tiempo pretérito por parte de Brahm, ya que buena parte de la narración del doctor reproducen los recuerdos de Norman a los que tuvo acceso cuando aquel se presentó en su clínica para contarle su inverosímil experiencia con Nancy.
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