Partiendo del hecho de que una adaptación no tiene ni debe ser la copia impersonal del relato que la inspira, a Fernando Fernán Gómez solo le interesó tomar de la obra de Wenceslao Fernández Flórez aquellos aspectos y diálogos que le permitiesen realizar una comedia de tono amable que poco tiene que ver con el mensaje que esconden las líneas del escritor coruñés. De tal manera que El malvado Carabel de Fernán Gómez deja de lado el pesimismo y la crítica que pueblan las páginas de la sátira de Fernández Flórez al prescindir, casi desde su arranque, del motivo que convence al Amaro Carabel literario para transformarse en un ser malvado, dispuesto a cualquier acto con tal de triunfar en un mundo donde solo los seres sin escrúpulos alcanzan la comodidad que a él le es negada como consecuencia de su bondad natural, la misma que lo convierte en un desheredado dentro del sistema. Más que por cuestiones monetarias, Carabel se decide a delinquir como parte de su cruzada contra la injusticia social que fomenta y recompensa a individuos como sus jefes o como el abogado que en la novela intenta abusar de Germana (ambos personajes inexistentes en el film). Este enfoque pasa desapercibido en El malvado Carabel de celuloide, que se decanta por las situaciones cómicas y por el romance de Amaro (Fernando Fernán Gómez) y Silvia (María Luz Galicia) (a medida que avanza el metraje cobra mayor importancia), eliminando aspectos y personajes destacados de la novela, que en realidad serían los responsables de que aquella presente un perfecto equilibrio entre la comicidad y la reflexión. En la irregular desventura cinematográfica de este honesto empleado de la inmobiliaria Giner y Bofurel, entidad que sustituye a la bancaria del original, se escucha a sus jefes hablar del "brillante porvenir" que la empresa ofrece a sus empleados, una mentira más tras la que esconden su negativa a proporcionar mejores condiciones laborales, como ocurre con Amaro, a quien nunca le conceden el aumento salarial que posibilitaría su matrimonio con Silvia. Pero ningún trabajador se atreve a alzar la voz, ni siquiera cuando se ven en la obligación de participar en la carrera pedestre que sus dos grotescos patronos organizan, y tras la cual el bueno de Amaro es despedido por cometer la imprudencia de aconsejar a uno de los socios de la empresa. Desempleado y con el periódico en la mano, lee ofertas laborales en las que se pide hablar inglés o tener menos de tantos años y, como él no cumple ninguno de los requisitos exigidos, se convence de que sus posibilidades pasan por delinquir (símbolo que expresa su rechazo). Pero su la mala fortuna le persigue en cualquier empresa delictiva que pone en marcha, pues todas se saldan con el fracaso que Gregorio (Rafael López Somoza) le vaticina en el mismo instante que el joven le hace partícipe de sus maléficas intenciones (Ginesta resulta fundamental en la trama ideada por Fernandez Flórez, aunque en la película cambia su nombre por el de Gregorio y a penas aporta más razonamiento que uno no puede elegir ser bueno o malo, como tampoco puede escoger ser rubio o moreno). Dejando a un lado la pérdida de la esencia literaria, el film funciona como una entretenida sucesión de gags en los que el héroe nunca deja de ser un desventurado sin suerte, pero de buen corazón, que se desvive por triunfar en la carrera criminal que su propia naturaleza le niega, y que provoca sus fracasos como carterista, asaltante, explotador de niños, ladrón de hotel o de cajas fuertes. Mientras se comprueba que su carácter le convierte en la víctima propicia para los demás, cobra importancia la figura de Silvia, a punto de contraer matrimonio con un estomatólogo (Manuel Aleixandre) a quien no quiere, pero a quien su madre ve con buenos ojos. Los veinte días que su antigua novia le concede de plazo para que arregle su situación provocan que solo quede de Amaro la imagen del enamorado frustrado, en quien no asoma el menor rastro de la lucha contra la hipocresía social que denuncia su alter ego novelesco; quien acaba claudicando ante ella en una derrota que Fernán Gómez transformó en el triunfo del amor que contenta a la pareja protagonista.
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