Muchas películas encuentran su explicación y su razón de ser en la época en la que fueron rodadas, este sería el caso de Cohete K-1 (Rocketship X-M), una de las producciones pioneras de la edad dorada de la ciencia-ficción cinematográfica, en la que la idea de la destrucción del planeta se convierte en el eje fundamental de su parte final. Cinco años antes del rodaje, la potencia destructiva de la bomba atómica se había confirmado como una terrible realidad que no pasó desapercibida para los responsables del film, como delata su intención de concienciar del evidente peligro que significaría recurrir de nuevo a dichos artefactos. Para ello se presenta al planeta Marte como la imagen simbólica de una Tierra posatómica donde los escasos supervivientes padecen trastornos físicos generados por la radiación y el retroceso social que les ha convertido en seres prehistóricos. Esta perspectiva distancia a Cohete K-1 de la teórica Con destino a la Luna, film rodado unos meses antes con el que coincidió en cartelera y con el que guarda un punto de partida común, que desaparece cuando el K-1 sufre el accidente que lo desvía de su trayectoria, posicionándose alrededor de la órbita marciana. Si bien Con destino a la Luna presentaba una intención didáctica plausible aquella no tuvo cabida en el film de Kurt Neumann, porque este se descubre como una aventura espacial con moraleja. Este distanciamiento de la teoría científica y su acercamiento a la ficción fue del agrado del público, a quien el viaje espacial del K-1 resultó más entretenido que el documento fílmico presentado por Irving Pichel. En Cohete K-1 se observa otra diferencia clave a la hora de captar la atención del espectador, ya que entre los cosmonautas se encuentra una mujer, cuya presencia crea una opción romántica que, si bien no se confirma hasta los catastróficos minutos finales, sirve para igualar las capacidades de ambos sexos a la hora de enfrentarse a responsabilidades similares; a pesar de que en un determinado momento Eckstrom (John Emery), el líder de la expedición, rechace los consejos de la abnegada química sin más explicación que la infalibilidad de sus cálculos. A parte de la doctora Lisa Van Horn (Osa Massen) y del prestigioso físico, la expedición se completa con Floyd (Lloyd Bridges), el piloto, Billy (Noah Beery, Jr.), el mecánico, y Chamberlain (Hugh O'Brian), astrónomo y navegante. La tripulación se presenta mediante una rueda de prensa que se celebra minutos antes del despegue, lo que permite familiarizarse con cada uno de ellos u observar como la participación de la joven llama la atención de los periodistas, pero también sirve para escuchar una breve explicación de cómo piensan alcanzar la Luna en el cohete que poco después de abandonar el campo de atracción terrestre sufre el accidente que les posiciona sobre Marte. Conscientes de que la atmósfera marciana les permite andar sin los trajes espaciales, los pioneros espaciales exploran un suelo arenoso y desértico donde descubren los restos de una civilización tan adelantada como la humana, sin embargo, el físico se convence de que aquélla desapareció tras una explosión atómica que devastó su superficie. Ante este hecho, el doctor siente la necesidad de expresar sus temores con respecto a la Tierra, donde se desarrollan armas similares que podrían arrasar el planeta. La preocupación de Eckstrom aumenta cuando se enfrentan con nativos idénticos a los humanos, salvo por las malformaciones generadas por la radiación a la que se vieron expuestos sus antepasados. Tras la lucha con los oriundos de Marte, los supervivientes del K-1 regresan a la nave con una única intención, la de advertir a los suyos del peligro que implican las armas de destrucción masiva que han destrozado un planeta similar al suyo, sin embargo, la falta de combustible propicia un final que da paso al presente incierto en el que viven los habitantes de la Tierra.
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