Rugen los motores en las calles de Montecarlo, el Gran Premio de Mónaco de Fórmula Uno está a punto de comenzar. En la parrilla de salida se descubre a los cuatro favoritos: los dos pilotos de Ferrari: Jean-Pierre Sarti (Yves Montand) y Nino Barlini (Antonio Sabato), y los dos de la escudería Jordan: Scott Stoddard (Brian Bedford) y Pete Aron (James Garner). Además de excelentes pilotos, este cuarteto será el centro de atención de los siguientes ciento setenta minutos, que se reparten entre diversas carreras automovilísticas y el melodrama con tintes trágicos que también se inicia durante el circuito urbano de la capital monaguesca. Las imágenes de la carrera se exponen desde el realismo, similar al que décadas después John Frankenheimer volvería a emplear en Ronin (1998); así se descubre a los pilotos, sobre un circuito real, donde deben cambiar constantemente de marchas, pues el recorrido presenta demasiadas irregularidades que complican los adelantamientos, como el que Stoddard intenta sin éxito, pues Pete Aron se mantiene en cabeza en pos de una victoria que necesita para volver a afianzarse. Ignorando la orden del jefe de la escudería, Pete continua en cabeza, sin intención de dejar pasar a su rival y compañero de equipo; pero, entre tanto toma y daca, se produce el aparatoso accidente que marca parte de la historia narrada en Grand Prix. Scott Stoddard resulta herido de gravedad, posiblemente no pueda volver a competir, mientras que a Aron le expulsan del equipo, hecho que le cierra las puertas de otras marcas y le obligan a aceptar un trabajo como comentarista deportivo. Fuera del asfalto y alejado del ruido de los motores, Frankenheimer se centró en la lucha obsesiva del piloto escocés por recuperarse y volver a competir; al tiempo, expuso la compleja situación personal en la que se encuentra, pues su esposa (Jessica Walter) odia el pilotaje y la obsesión que habita en su marido, aquella que le impulsa a ir más allá de la lógica. Pero el metraje de Grand Prix, puede que excesivo, da para mucho, y otros dos centros de interés, de igual importancia que el de Stoddard, se relevan con éste. Sartin, el más veterano, empieza a sentir como el cansancio vital se apodera de él, provocando su toma de conciencia ante un entorno en el que empieza a percibir cuestiones que hasta entonces habría pasado por alto, quizá porque se ha enamorado de Louise Frederickson (Eva Marie Saint), la periodista que conoce en Mónaco y que le sirve como bálsamo en su caída. El tercero en discordia sería Pete, el piloto estadounidense que por encima de todo desea correr, pero a quien apartan de lo único que sabe hacer; sin embargo, la aparición de Izo Yamura (Toshiro Mifune, en su primera producción hollywoodiense), constructor japonés le pone de nuevo sobre el asfalto. Grand Prix funciona mejor en sus escenas a pie de pisa o sobre ella, cuando la cámara se aleja de la intimidad de los pilotos, pues ésta no llega a funcionar en ningún momento, salvo quizá cuando Sarti intenta negarse el accidente en el que se ve involucrado en el Gran Premio de Bélgica, durante el cual dos niños pierden la vida. No obstante, este no será el última desgracia dentro de un ámbito donde, como en su momento cantó Freddie Mercury: el show debe continuar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario