Ángeles sin brillo (1957)
Antes de su llegada en 1939 a los Estados Unidos, Douglas Sirk ya quería adaptar Pylon, la novela escrita por William Faulkner a mediados de los años treinta. Dos décadas después, ya asentado en Hollywood, el director de origen alemán pudo llevar a cabo aquel viejo proyecto en Ángeles sin brillo (The Tarnished Angels, 1957), que resultó ser otro de sus grandes melodramas rodados durante su etapa en los estudios Universal, su periodo más reconocido y valorado, durante el cual dirigió las míticas Obsesión (Magnificent Obsession, 1953), Solo el cielo lo sabe (All that Heaven Allows, 1955), Escrito sobre el viento (Written on the Wind, 1956), Tiempo de amar, tiempo de morir (A Time to Love and a Time to Die, 1958) o Imitación a la vida (Imitation of Life, 1959). En Ángeles sin brillo, Sirk se decantó por la fotografía en blanco y negro, algo inusual en su filmografía estadounidense, pero que expresa a la perfección el gris que domina en la posguerra (de la Primera Guerra Mundial), y la pantalla ancha para ofrecer mayor espectacularidad a las escenas aéreas. Una vez más, contó con Rock Hudson, por aquel entonces su protagonista masculino recurrente, y de nuevo ofreció un papel de hombre atormentado a Robert Stack, en cierto aspecto similar a su personaje en Escrito sobre el viento, donde también aparecía Dorothy Malone. En este intenso drama emocional, la actriz encarna a la sufrida esposa del piloto (Stack) en quien se centra la historia de la que Bruce Devlin (Rock Hudson) es testigo. La trama desarrolla la tortuosa existencia de un nómada —frustrado en un presente y en espacio donde no parece existir un lugar para él— que recorre el país en compañía de su mujer e hijo, participando en espectáculos aéreos gracias a los cuales malviven.
A través de la presencia del periodista se descubre que los Shumann son incapaces de alejar de su cotidianidad la desilusión, el distanciamiento o la fatalidad. En su primer contacto con Roger (Robert Stack), el escritor le juzga como un individuo arisco y egoísta, sin embargo, la complejidad emocional de aquél va más allá de un comportamiento tras el que pretende ocultar el tormento que le produce la idea de la muerte y del fracaso al que está condenado. Shumann, héroe de la Primera Guerra Mundial, siente la frustración generada por la incapacidad de volver a ser alguien, la cual le impide expresar el amor que siente hacia Laverne (Dorothy Malone) o una mínima consideración hacia Jiggs (Jack Carson), su mecánico, su amigo y el eterno enamorado de su mujer. La tormentosa personalidad de Roger siempre se encuentra presente en ese pueblo al que ha llegado para participar en una competición aeronáutica, durante la cual pierde su avión, y uno de sus rivales (Troy Donahue) la vida, desgracia que confirma la peligrosa realidad a la que se exponen estos temerarios del aire. La pérdida del aparato significa un duro revés para Shumann, que necesita volar más allá de sus sentimientos hacia Laverne o sus valores morales, los cuales traspasa cuando, convencido de que si gana la competición podría aspirar a la vida que desea, exige a su esposa que acuda a un millonario a quien no tolera (Robert Middleton) y consiga como sea el avión que le permita competir al día siguiente. En Ángeles sin brillo el personaje de Rock Hudson no es el protagonista, más bien sería el testigo de las relaciones que se producen entre esos desarraigados; desde él, el espectador accede a la complicada relación que mantienen el piloto y su esposa, y a la de éstos con Jiggs, siempre con la presencia de la desesperación y la desesperanza que habitan en el aviador, dominado por fantasmas del pasado y por el pesimismo que le han convencido de su fracaso y de haber condenado a su esposa a la fatalidad que le persigue.
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