Vacaciones en el infierno (2011)
¿Qué mejor manera de iniciar unas vacaciones que participando en una persecución al más puro estilo de Mad Max? Y de hecho parece ser el loco Max quien conduce el vehículo que escapa de la policía, pero solo se le parece, pues este conductor (Mel Gibson), disfrazado de payaso, no tiene nombre, ni huellas, ni papeles para cruzar la frontera mexicana, pero no cabe duda de que los tiene bien puestos para saltarla. Además de reservarse el protagonismo en Vacaciones en el infierno (Get the Gringo, 2011), Mel Gibson co-escribió y produjo esta desenfada, divertida y a ratos violenta perspectiva carcelaria en la que un gringo sin papeles es detenido al otro lado de la frontera y enviado a un lugar de veraneo muy especial, donde sobrevivir no resulta sencillo, aunque para alguien como él tampoco será un problema. El debut en la realización de Adrian Grunberg, asistente de Gibson en Apocalypto, comienza con una persecución en la que ya se descubren características de un personaje que no tarda en dirigirse al espectador para continuar perfilando su personalidad y su sorpresa cuando descubre que la cárcel donde le han encerrado nada tiene que ver con las que ha visitado con anterioridad. "El pueblecito" es un recinto cerrado, ruinoso, vigilado y controlado por un presidiario (Daniel Jiménez Cacho) que ha hecho de su encierro un lugar desde donde dirigir sus negocios. Allí se puede conseguir de todo, solo hace falta dinero y una actitud como la que muestra el recién llegado, que toma cuanto desea empleando su capacidad de observación y unos métodos tan peculiares como efectivos. En un primer momento se observa un correccional que semeja un pueblo repleto de niños, mujeres, puestos de comida y bebida, ¡ah! y de presos como ese a quien el gringo deja descansando en el aseo después de mostrar sus excelentes aptitudes para apoderarse de lo ajeno. Este hombre sin nombre, manipulador e individualista, no puede ocultar una soledad que parece no afectarle, porque su verdadera preocupación se centra en recuperar el dinero que le birló a un peligroso delincuente (Peter Stormare) que ha mandado a sus secuaces tras él. A pesar de que parece que pasa de todos empieza a sentir simpatía por ese niño (Kevin Hernández) que siempre le pide un cigarrillo, incluso por la madre de aquel (Dolores Medina), la misma que le atiza por mirarla. Desde que entabla relación con el muchacho se crea un vinculo entre ellos que provoca un ligero cambio en la actitud de ambos, pero no en sus fines, ya que si el gringo tiene una meta, el chiquillo tiene otra: matar al capo del correccional antes de que este acabe con él para obtener su hígado, el único compatible con el metabolismo del criminal. Vacaciones en el infierno transcurre entre la violencia presente en el correccional y el humor que nace del comportamiento de un tipo duro que parece estar de vuelta de todo, pero también muestra la miseria y la corrupción que domina allí donde se mire, sin espacio para héroes, pero sí para criminales, víctimas y ese caradura que toma lo que precisa sin preguntar, consciente de nadie se lo va a dar.
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