miércoles, 9 de enero de 2013

Grupo 7 (2012)


Tras la designación de Sevilla como sede de la Exposición Universal de 1992 comienza el lavado de cara de la capital andaluza, pero no solo en cuanto a la necesaria construcción de accesos y edificios, sino también a la eliminación de las drogas de la parte central de la urbe. Dicha función la desempeña el grupo siete, formado por cuatro policías que no dudan en emplear métodos expeditivos para realizar su cometido —golpean, amenazan, abusan del poder que les concede la placa. La eficacia de su método de trabajo produce los frutos deseados al mismo tiempo que el cuarteto se corrompe al apoderarse de parte de los estupefacientes incautados. 
Los años pasan y la exposición se acerca, confirmándose el radical cambio sufrido en la personalidad de Ángel (Mario Casas), el más joven del equipo y a la larga el más violento, aunque inicialmente ese dudoso honor recae en Rafael (Antonio de la Torre), incapaz de olvidar a su hermano, muerto como consecuencia de una sobredosis.


El tono “realista” hace que 
Grupo 7 (2012) funcione como relato policial que muestra la miseria y la corrupción paralela a la limpieza de una ciudad que se expondrá al mundo, circunstancia esta que implica que los altos cargos ignoren los métodos expeditivos empleados por el cuarteto, que abusa a placer de una marginalidad que no tarda en aborrecerlos. Si el film de Alberto Rodríguez funciona a la perfección en sus escenas de acción y en las interpretaciones de todos sus actores, flaquea en su aspecto más dramático al dejar a un lado el intimismo que podría ofrecer una explicación convincente para el cambio que se produce en Ángel, ya que su metamorfosis se materializa sin más, transformando al agente en un ser irracional cuyo nuevo comportamiento podría ser consecuencia de su desilusión (¿por su diabetes?). Sin entrar en más detalles que su imposibilidad de ascenso a inspector se deja de lado aspectos que marcarían su nuevo comportamiento, como ese entorno de delincuencia o sus relaciones personales, sobre todo con su mujer (personaje desaprovechado que nada aporta a la trama). Sería interesante conocer un poco más sobre el por qué de esos arrebatos de violencia que en los primeros compases del film recaían en Rafael, silencioso, desilusionado, solitario e incapaz de asumir un pasado que parece perseguirle en todo instante, y que sin duda es el detonante para que inicialmente actúe como un perro rabioso. pero que sin más intercambia su desequilibrada personalidad con la de su joven compañero, posiblemente porque inicia una relación (en la que tampoco se profundiza) que le proporciona la oportunidad de hacer aquello que no pudo en el pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario