domingo, 26 de agosto de 2012

El águila y el halcón (1932)


Antes de entrar en combate Jerry H.Young (Fredric March) buscaba algo de acción, la ignorancia sobre la guerra le hablaba de aventuras y de grandes gestas; sin embargo, desde su primer vuelo se ha visto obligado a matar y a ver como mueren los observadores que le acompañan en las misiones que lleva a cabo. Durante sus dos primeros meses en el frente francés, Young ha perdido a cinco jóvenes acompañantes, cuestión que merma su moral y le permite comprender que la guerra carece de sentido; cada vez que mata alguien le felicita, incluso concediéndole medallas que corroboran una heroicidad que no comparte como tal, pero que se vende de ese modo para servir de ejemplo a miles de jóvenes que dejarán sus vidas en los campos de batalla de La Primera Guerra Mundial. Para Young esa realidad resulta demasiado dura, creándole una sensación de impotencia que domina sus ánimos y le convierte en un soldado descreído y al borde del abismo. El Águila y el Halcón (The Eagle and the Hawk) sigue la estela de films como AlasLos Ángeles del Infierno La escuadrilla del Amanecer, películas bélicas que excelentes escenas aéreas que sirvieron de reclamo para el público, pero la verdadera historia del film dirigido por Stuart Walker se centra en el desengaño que sufre Young, quien desde el primer momento se da cuenta de que nadie comprende el por qué de la sensación que le domina, salvo la bella desconocida (Carole Lombard) con quien se sincera cuando abandona la fiesta a la que ha acudido durante su permiso, y donde comprueba que todos hablan de lo heroico que es matar en la guerra. Pero el personaje que mejor llega a comprender el sufrimiento de Young es su compañero de vuelo, con quien mantiene una tensa relación debido a sus posturas, aparentemente alejadas por dos comportamientos muy distintos, pero se trata una relación mucho más próxima, ya que Henry Crocker (Cary Grant) evoluciona hasta el punto de comprender el pensamiento del piloto. La colaboración profesional entre Young y Henry Crocker parece tensa, sin embargo, los lazos se estrechan entre piloto y copiloto, aunque no sean capaces de decirlo con palabras pero sí con acciones como las que Crocker realiza para ayudar a un compañero que sabe al borde de una depresión que amenaza con acabar con su equilibrio mental, porque no puede olvidar que cada día debe matar y que será felicitado por dar muerte a jóvenes que ni siquiera sabrían decir por qué se les orden matar y por qué deben morir.

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