Entre los años 1959 y 1963, la cadena ABC emitió las cuatro temporadas de la serie de televisión Los intocables de Eliot Ness, un enorme éxito de audiencia en los Estados Unidos, en ella se desarrollaba la lucha que el agente federal Eliot Ness (interpretado por Robert Stack) y sus intocables mantenían contra el imperio del crimen organizado; veinticuatro años después, el director Brian De Palma se encargó de la adaptación del guion cinematográfico escrito por David Mamet, realizando una de las primeras y mejores conversiones de una serie de culto en película. Chicago (Illinois), año 1930, Al Capone (Robert De Niro) ha alcanzado la cima del mundo; el lujo le rodea y los periodistas ríen sus comentarios carentes de gracia; él es quien manda en la ciudad, gracias a una mala ley (como lo fue la de la prohibición de la distribución y venta de alcohol) responsable directa e indirecta del nacimiento del crimen organizado creado con el único fin de enriquecerse con la venta de alcohol, la cual genera una violencia y corrupción sin parangón en la historia de Chicago. Pocos hombres están dispuestos a arriesgar sus vidas para detener la ola de crimen y de sangre que asola la ciudad, quizá el joven agente federal al que han puesto al frente de la investigación sea el único que piense y actúe convencido de la posibilidad y de la necesidad de acabar con el reinado del terror de Al Capone. El éxito de su arriesgada empresa pasa por golpear a la organización criminal, y el momento ideal parece haber llegado cuando se propone realizar la redada en un almacén donde se esconde un cargamento de whisky canadiense; sin embargo, lo que iba a ser su primer éxito se convierte en un fracaso sonado, pero que le sirve para descubrir que buena parte del cuerpo de policía también está en la nómina del gángster. Eliot Ness (Kevin Costner) siente la derrota, siente la frustración y se siente idiota, no obstante, no se rinde y acude a Jim Malone (Sean Connery), el veterano policía a quien solicita ayuda. Malone se compromete con Ness con la condición de llegar hasta el final, golpeando a Capone donde más le duela, sin vuelta atrás; de este modo, Malone se convierte en el alma del grupo, ya que él es quien aporta las ideas, como la de reclutar a George Stone (Andy Garcia), y la información, incluso a riesgo de su propia vida. Tras su primer fracaso, Ness se rodea de agentes de su confianza, entre quienes también se encuentra Wallace (Charles Martin Smith), el contable enviado desde Washington. Los cuatro agentes realizan se comprometen a sabiendas de lo que se juegan: sus vidas, pero es un precio que están dispuestos a pagar para acabar con el crimen. Tras una exitosa redada a la que siguen otras alcanzan el cenit de su cruzada con la espectacular incautación de los camiones de whisky procedentes del Canadá, momento que marca un punto de inflexión en el grupo de los intocables, ya que a partir de ese instante se inicia su desintegración como consecuencia del asesinato de Wallace, cuando traslada al único testigo en la vista contra Alfonso Capone. Los intocables de Eliot Ness (The Untouchables, 1987) puede gustar más o menos, pero no se puede negar que se trata de una película perfectamente desarrollada y ambientada, que contó con un grupo de actores en estado de gracia, aunque sólo fuera por la presencia de Sean Connery en el papel de veterano mentor de Ness ya habría valido la pena realizar el film, pero existen otras razones para recordar la película de Brian De Palma: su intento de recuperar el cine de gangsters de la ley seca, una rareza en la década de 1980, el homenaje al cine de Eisenstein que se produce en las escaleras de la estación de tren, la banda sonora de Ennio Morricone o la ambientación de ese Chicago de 1930, donde Scarface está a punto de ser condenado por evasión de impuestos (curiosa acusación para uno de los criminales más poderosos del hampa), son algunos de los aciertos de un film que alcanza un alto grado estético y un rítmico excelente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario