El enfrentamiento naval entre británicos y franceses durante las guerras napoleónicas sirvieron de base para que Patrick O'Brien desarrollase las novelas protagonizadas por Jack Aubrey y Stephen Maturin, dos hombres que luchan en un medio tan hostil como el que se muestra en el excelente film de Peter Weir, en el que son recreados por Russell Crowe y Paul Bettany, respectivamente. Master and Commander (2003) expone el conflicto marítimo desde el realismo íntimo que se observa en el interior de un buque de guerra inglés que se descubre navegando por aguas tranquilas, que dejan de serlo cuando se ve sorprendido por una nave francesa que surge de la nada. Tras la refriega, el "Surprise" se traslada más allá de las aguas europeas, cruzando el peligroso Cabo de Hornos, en persecución de esa embarcación de mayor calado y mayor potencia bélica llamada Acheron, la misma que a punto estuvo de hundir al capitán Jack “el afortunado” Aubrey y a los suyos. Uno de los grandes aciertos de Weir residió en no centrarse en exclusiva en el enfrentamiento entre las dos naves, sino en mostrar la vida dentro de la Surprise, donde se descubre las duras condiciones a las que se ven sometidos los marinos. Nadie, ni siquiera Aubrey, puede predecir cuándo se desatará un nuevo combate o cuándo el tiempo atmosférico jugará en su contra y les dejará sin el viento necesario que les permita continuar navegando. La puesta en escena realizada por el australiano Peter Weir destaca tanto por su verismo como por la espectacularidad de sus combates navales, pero sobre todo destaca por el detallado día a día de unos hombres en tiempos de guerra: su trabajo, las carencias a las que se ven expuestos o los temores que les dominan, muchos de los cuales son fruto de la superstición, como se comprueba tras ser sorprendidos, en dos ocasiones, por el buque francés. Todo parece salir mal en esta aventura del afortunado Aubrey y del doctor Maturin, porque una y otra vez se presentan imprevistos que provocan daños materiales que deben ser reparados en alta mar, un riesgo más para una tripulación consciente de que las pérdidas de sus compañeros presagian las suyas propias. Además de una visión global del funcionamiento del buque y las relaciones entre los hombres que lo ocupan, Master and Commader se centra en la amistad de dos amigos que se complementan —el nacimiento de la relación se relata en la primera novela de la serie: Capitán de mar y guerra— y que comparten una misma afición: la música. El capitán, como militar, se encuentra supeditado a la toma de decisiones en tiempo de guerra, mientras que el doctor se muestra más interesado por la naturaleza y su evolución, interés que choca con el resto de la tripulación. Maturin funciona como una especie de conciencia humanista de Aubrey, quien no puede hacer lo que desea, sino lo que debe, por eso a menudo desoye las palabras de su amigo, creándose un pequeño conflicto entre ellos que no merma su relación. Peter Weir realizó un soberbio ejercicio de cine de aventuras maduro e inteligente, cuya espectacularidad juega a favor de la historia —no como sucede en otros títulos del género que no logran escapar de los tópicos—, concediendo mayor importancia a la realidad del buque, a las relaciones que se producen entre la tripulación y a los diálogos entre Aubrey y Maturin, cuestiones que el film agradece, pues la historia se enfoca desde sus personajes (el buque es uno más), consciente de que son ellos quienes viven ese momento de gran tensión, en el cual sus vidas se encuentran a merced de elementos que no pueden controlar, y que les crea una impotencia que deben superar a pesar de las pérdidas que contemplan.
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