El subgénero gangsteril tuvo su época dorada en los primeros años de la década de 1930, durante ese periodo se rodaron magníficas producciones como: Hampa dorada (Little Caesar, Mervyn LeRoy, 1931), Scarface (Howard Hawks, 1932) o El enemigo público (The Public Enemy, William A. Wellman, 1931), películas que presentan el ascenso y caída de delincuentes surgidos durante la ley seca. Los hermanos Coen, Ethan y Joel, tomaron como punto de partida ese ambiente corrupto y violento para filmar una excelente película con gangsters (no de gangsters), repleta de humor negro y de gran belleza visual, que ya se descubre al inicio, cuando un sombrero se aleja entre los árboles, empujado por la acción del viento, un punto de arranque soberbio para presentar la soledad que envuelve a su dueño. Tom Reagan (Gabriel Byrne), el hombre del sombrero, trabaja para el gangster más poderoso de la ciudad, quien también resulta ser la única persona que valora. Leo (Albert Finney) pone y depone a políticos y altos cargos policiales, con ellos en el bolsillo puede controlar a otros delincuentes a quienes ofrece su protección a cambio de dinero. Sin embargo, su posición resulta más frágil de lo que piensa, sobre todo después de cometer el error de insultar abiertamente a Johnny Caspar (Jon Polito), cuando éste le informa que pretende deshacerse de Bernie Bernbaum (John Turturro), un don nadie que no oculta su carácter rastrero, en contraposición a Tom, quien parece utilizar su sombrero no sólo para ocultar su rostro, sino unas emociones que esconde detrás de su aparente frialdad, de su cinismo y de su distanciamiento de todo cuanto le rodea. La personalidad observadora de Tom Reagan le permite ser un especie de analista del comportamiento humano, comprendiendo que la ceguera y tozudez de Leo guardan una estrecha relación con Verna (Marcia Gay Harden), la mujer que parece utilizar al rey del hampa para proteger a su hermano Bernie. Verna es capaz de manejar a los hombres para alcanzar sus fines, cuestión que Tom le reprocha, creándose un rechazo que no puede esconder la atracción existente entre ambos. Muerte entre las flores (Miller's Crossing, 1990) combina a la perfección el humor, el drama y la violencia de un entorno en donde todo parece tener un precio; Tom lo comprueba a menudo en las redadas policiales o cuando se encuentra con el jefe de la policía y con el alcalde, ya sea en el despacho de Leo como en el de Caspar. A Tom no le mueve el dinero, no actúa por ambición sino por la convicción de que puede manipular un entorno que cree controlar, pero en el que se pierde como le ocurría a su sombrero en el sueño que cuenta a Verna; así pues, las acciones de Tom le condenan a una soledad mayor de la que sentía, perdiendo por el camino una parte de sí mismo. Tom decide su cambio de bando después de confesar a Leo su relación con Verna, quizá su momento de mayor honestidad verbal, con el que pretende abrir los ojos de su único amigo. La imposibilidad de convencer a Leo le obliga a tomar la peligrosa determinación de utilizar su inteligencia, su aparente frialdad y su cinismo, para ofrecerse a Johnny Caspar, en cuyo reino siembra desconfianza y caos. Con todo, Muerte entre la flores no es lo que parece, porque no desea ser un film de gangsters al uso, sino la personal manera de entender el cine (o la vida) de Joel y Ethan Coen, en la que los sentimientos de sus personajes no se muestran a simple vista, pero sí en su comportamiento o en unas palabras que dicen aquello que ocultan, y que les convierte en personajes originales que nada tienen que ver con aquellos enemigos públicos cinematográficos de la década de 1930.
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