Despertar a la realidad, y asumir las pérdidas que en ella se descubren, puede resultar doloroso y desconcertante; y suele ocurrir cuando un hecho rompe la monotonía con la que se ha olvidado parte de cuanto se es y cuanto se tiene. Matt King (George Clooney) despierta de su letargo tras el accidente de su esposa, y será a partir de ese trágico suceso cuando empieza a pensar en lo que realmente le importa: su mujer y sus dos hijas. Para Matt, como para cualquiera en su situación, resulta terrible comprobar que su esposa se encuentra en estado de coma; ante esa visión siente la necesidad de recuperar, de acercarse y solucionar parte de lo perdido, sin embargo ya es demasiado tarde para eso. El padecimiento de Elizabeth (Patricia Hastie) le lleva a una nueva realidad en la que debe responsabilizarse por completo del cuidado de sus dos hijas; Scottie (Amara Miller), la pequeña, sería la que mayores preocupaciones representa para un hombre que teme equivocarse, a pesar de que Alexandra (Shailene Woodley), de diecisiete años, parezca la que más problemas pueda causar debido a su conducta rebelde. Matt no sabe cómo actuar con ellas, pero gracias a ese contacto descubre cuestiones que desconocía; pero lo que marca su despertar definitivo se produce cuando su hija mayor le confiesa el motivo por el que había discutido con su madre. ¿Por qué Elizabeth le engañaba?¿Se sentía sola? ¿En qué ha fallado? ¿Por qué se llegó a un punto de ruptura del que nada sabía o del que nada quiso saber? Matt se siente frustrado, necesita comprender, aceptar y asumir el nuevo rumbo que marca la inminente muerte de una esposa a quien creía conocer y de quien nada sabía. Matt siente un impulso que le empuja a saber quién era el amante de Elizabeth, no por venganza, sino porque desea comprender. Los últimos días de vida de su esposa se convierten en su desengaño, pero también en su oportunidad para acabar con esa falsa existencia en la que se encuentra y profundizar en su relación con sus dos hijas, con quienes inicia un viaje en el que desea encontrar a Brain Speer (Matthew Lillard) y acaba encontrándose a sí mismo. Los descendientes (The descendants) se muestra como un drama sincero, en el que un hombre no puede escapar de su realidad, una desgracia que le afecta y que debe aceptar por muy dolorosa que ésta sea para poder continuar. Alexander Payne consiguió mostrar la intimidad emocional de un ser perdido y desencantado sin caer en el drama lacrimógeno, dotando a sus personajes de una humanidad sincera que permite observar la emotiva búsqueda de respuestas a la que se lanza Matt King tras el descubrimiento de la infidelidad y la confirmación de la irreversibilidad del estado de Elizabeth; no busca escusas, tampoco reproches que de nada sirven, sino una reflexión que le conduzca hasta la comprensión que necesita y que no encuentra en las palabras vacías (tópicos) que escucha, que ni le consuelan ni le dicen cómo debe enfocar una situación en la que descubre que sus hijas son lo más importante para él.
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