Enemigo a las puertas (2001)
El elevado presupuesto de Enemigo a las puertas (Enemy at the Gates, 2001), era la producción europea más cara en el momento de su estreno, sirvió entre otras cuestiones para recrear un Stalingrado realista, destrozado y sitiado por las tropas alemanas que amenazan tanto a la población civil como al ejército rojo. ¿Pero quién es el enemigo? ¿Esas tropas alemanas? ¿Los oficiales soviéticos que disparan contra cualquier hombre o mujer que pretenda abandonar la ciudad? ¿La guerra? ¿Los dos líderes que allí se enfrentan en ausencia?
Vassili Záitsev (Jude Law) se traslada en el mismo tren que Tanya Chernova (Rachel Weisz), la joven universitaria que llama su atención, posiblemente por su belleza, sin embargo ese vagón no es un lugar de encuentros sociales ni sentimentales, es un medio de transporte para los soldados —para los líderes, sacrificables como el ganado o piezas prescindibles— que se trasladan como ganado hasta Stalingrado, donde se está librando una batalla decisiva para el devenir de la guerra y de la Unión Soviética. La batalla de Stalingrado se produjo durante la segunda mitad de 1942 y supuso la división en dos ejércitos del avance alemán hacia los pozos petrolíferos del Cáucaso, pero además sería una especie de lucha entre los líderes de ambos bandos, pues el nombre “ciudad de Stalin” era un símbolo que unos debía defender y otros destruir; también Vassili se convertiría en un símbolo tras conocer a Danilov (Joseph Fiennes), el comisario político que fue testigo de su hazaña al matar a cinco soldados alemanes, utilizando un fusil que no era suyo, pues como muchos otros fue enviado a la lucha desarmado. Vassili aprendió a disparar cuando era pequeño, su abuelo le había enseñado todo cuanto necesitaba saber para cazar y sobrevivir en la tundra; pero ahora se ha convertido en un héroe nacional, creado por la propaganda. Con su encumbramiento se espera crear un ejemplo que eleve la moral de las tropas, para que combatan con mayor ímpetu, sin temor a la muerte (los métodos utilizados con anterioridad no provocaban más que la desesperación y las matanzas de sus propios hombres a manos de los oficiales).
Enemigo a las puertas plantea cuestiones como: la amistad que surge entre Danilov, el joven instruido que convence a Nikita Jrushchov (Bob Hoskins) para crear la esperanza, y Vassili, el soldado que apenas sabe leer, pero en quien se descubre una sensibilidad y sinceridad de la que carecen sus superiores; la importancia de la propaganda (por encima de cualquier realidad humana) o el duelo a muerte que se desarrolla entre Vassili y el mayor Köning (Ed Harris), a quien el alto mando alemán envía para matarle. “La esencia de la lucha de clases” dice Danilov, “un noble bávaro contra un pastor de los Urales”; pero además de esos hechos se muestra en toda su dimensión la crudeza y la destrucción total que significa la guerra. Las calles destrozadas de una ciudad repleta de cadáveres así lo atestiguan, como también lo corrobora la muerte del pequeño Sascha (Gabriel Marshall-Thomson) o el arrepentimiento final de un Danilov desencantado ante su descubrimiento antropológico, que le confirma que el problema de la humanidad reside en el interior del ser humano, consciente de que ni el comunismo (en el que creía) ni la guerra (caos y muerte) pueden cambiar un mundo donde siempre habrá favorecidos y desfavorecidos. Jean-Jacques Annaud supo ofrecer la emotividad, la dureza y la tensión que rodea a la lucha que se vive en Stalingrado, donde se produce un enfrentamiento que afecta a todos, pero centrándose en el duelo entre dos francotiradores que deben vencer a toda costa, pues en ellos se centra la atención de ambos bandos, una partida que podría decantar la balanza hacia un lado u otro, porque Vassili Záitsev es el icono que anima a los espíritus destrozados de sus compatriotas y desmoraliza a los enemigos que no saben como frenarle. En medio de todo el caos y muerte surge el amor entre el francotirador y Tanya, un amor que la guerra impide, un amor que Danilov no puede soportar, porque sus celos son más fuertes que su amistad, pero un amor que ofrece esperanzas, aunque éstas se vean entorpecidas por la amenaza alemana y por la opresión de los líderes soviéticos que no dudan en enviar a sus propios ciudadanos al matadero. Kulikov (Ron Perlman), entrenado en Alemania por Köning, es claro respecto a su pensamiento sobre el estado socialista, él ha sufrido la tortura por parte de los suyos, injusticia que le permitió comprender que vive en una dictadura que no atiende a razones; así se lo explica a Vassili, quien irá comprendiendo que cuanto le rodea carece de sentido. La mentira que han creado le afecta, pues sabe que es un hombre corriente, no la falsa imagen que Danilov y Jrushchov han creado para satisfacer los intereses que surgen durante el conflicto.
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