domingo, 18 de marzo de 2012

Casino (1995)


Una vez mas, ¿y cuántas iban ya?, Martin Scorsese hizo gala de su talento narrativo-visual para exponer con gran soltura la cara oculta de Las Vegas de los años setenta, por donde deambularían joyas como Sam Rothstein (Robert De Niro) y Nicky Santoro (Joe Pesci), los encargados de narrar los hechos narrados en Casino (1995), alternando sus opiniones, a medida que se muestran las imágenes de su ascenso y caída. Sam “Ace” Rothstein, jugador profesional, tahur, y apostante infalible, hace ganar mucho dinero a la organización; por eso los jefes le envían a controlar el casino en el que han invertido, encargando a Nicky Santoro que le proteja; pero Nicky tiene un concepto extraño y violento de la palabra ayudar. Desde que se escuchan sus voces en off se advierte la autodestrucción a la que se condenan, así se comprueba como el matrimonio entre Sam y Ginger (Sharon Stone) se va a pique desde el primer momento, sobre todo desde el instante que Sam ordena que golpeen a Lester Diamond (James Woods), el gorrón que se aprovecha de su esposa; pero los problemas con Ginger no acaban ahí, sino que empeoran cuando ésta calma sus penas con alcohol y entre los brazos de Nicky. La capacidad de Martin Scorsese para resolver visualmente cuanto plantea es soberbia, consiguiendo transmitir las sensaciones que dominan a sus personajes al tiempo que ofrece una perspectiva general de como funcionaba un casino en Las Vegas de la década de 1970, sin olvidar la corrupción política y policial ni la realidad de que en un local como el Tangiers sólo hay un ganador: el propio casino. Martin Scorsese se basó en la novela de Nicholas Pileggi, autor también de la novela que dio pie a Uno de los Nuestros (Godfellas, 1991), con la que Casino mantiene bastantes similitudes; entre ambos escribieron un excelente guión que Martin Scorsese expuso brillantemente en forma de imágenes. La vida de Sam “Ace” Rothstein cambia desde que pone sus pies en una ciudad como Las Vegas, donde puede hacer aquello por lo que le habían encerrado en el pasado, apostar y jugar. “Ace” tiene la misión de dirigir el casino Tangiers, pero sin asumir públicamente que se encuentra al mando, pues carece de licencia para ejercer; lo que más sorprende y gusta a este jugador sería la posibilidad de convertirse en alguien importante haciendo aquello que en cualquier otro lugar se consideraría un delito. Sam es el mejor, el dinero no para de fluir hacia el interior de esa sala donde se recuenta y desde donde se redistribuye a los verdaderos dueños del negocio, esa es la realidad y la misión de “Ace”, tenerlo todo bajo control y tener contentos a los jefes de la organización. Pero la buena racha por la que atraviesa se ve alterada por tres circunstancias con las que no cuenta: conocer a Ginger, una buscavidas de la que se enamora y con quien se casa sin que ésta le ame; la aparición de Nicky, quien encuentra en las Vegas una especie de salvaje oeste del que puede tomar cuanto se le antoja y la corrupción de unos políticos que buscan lo mismo que todos los demás, y que tras la negativa de Sam al concejal Pat Webb (L. Q. Jones) intentan acabar con su carrera en Las Vegas. Los jefes de la organización controla el juego, despreocupándose de cuanto sucede en Arizona, su único interés reside en recibir con regularidad esa maleta negra repleta de billetes. Utilizan a tipos como Phillip Greene (Kevin Pollak) para dar un aire de legalidad al negocio, pero sin ser más que una tapadera que permite a Sam hacer cuanto guste para sacar el máximo beneficio. Todos se enriquecen, el casino no deja de ganar dinero; mientras, Sam y Nicky aumentan su influencia, pero desde perspectivas distintas, donde el primero quiere mantener el orden, el segundo crea el caos y la violencia que le permite triunfar en sus negocios criminales. Los métodos (amenazas, palizas e incluso asesinatos) y la ambición desmedida que invade a un buen chico como Nicky entorpecen la buena racha de “Ace” Rothstein, condenándole a jugar una partida en la que todo parece descontrolarse.


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