sábado, 4 de febrero de 2012

La fugitiva (1950)


Como tantas otras producciones 
de la Serie B estrenadas (o no) en las salas comerciales de distintos países, La fugitiva (Woman on the RunNorman Foster, 1950) es una película minoritaria o apenas conocida, pero su desconocimiento no impide que se trate de una excelente propuesta, ni una vez descubierta, que se disfrute como tal. Tampoco su bajo presupuesto ni su corta duración (que ayuda a elevar el ritmo de la trama) restan un ápice de emoción a una trama que desarrolla suspense y el descubrimiento personal de Eleanor Johnson (Ann Sheridan). En su tramo final, Woman on the Run se vuelve asfixiante, angustiosa, logrando varios minutos de cine que nada tienen que envidiar a producciones de mayor presupuesto y en manos de cineastas más reconocidos que Norman Foster, cuya precisión a la hora de montar todo el asunto, para generar tensión, consigue hacer olvidar cualquier carencia en los diálogos, en los medios y en los personajes. Pero antes de que alcanzar esa parte final hay un principio, y ahí empieza a quedar claro que el matrimonio Johnson se ha distanciado hasta un punto peligroso para su continuidad, sin embargo, será otro peligro el que ofrezca la oportunidad de salvarlo.


Frank Johnson (Ross Elliott), como cualquier otra noche, sale a pasear a su perro por el parque, pero pronto se da cuenta de que se trata de un paseo distinto al resto, pues accidentalmente presencia un asesinato y se convierte en el blanco de dos disparos, que por fortuna no le alcanzan. Sin poder pensar en lo sucedido se encuentra rodeado de policías que le atosigan a preguntas, y que le informan de que el muerto era un individuo que iba a declarar contra un peligroso gángster. El acoso policial le incómoda, sobre todo cuando el inspector Ferris (Robert Keith) le anuncia que él será el nuevo testigo, porque es el único que ha visto el rostro del asesino. Frank parece no estar de acuerdo con su nuevo rol y aprovecha un despiste policial para desaparecer. Ante semejante contratiempo, Ferris decide seguir a la chica porque es su única pista para dar con el paradero del fugitivo. La huida de Frank parece no preocupar a una esposa que se presenta como una mujer desencantada, a quien poco o nada importa lo que le pueda suceder a su marido. El agente intenta hacerle comprender la importancia de descubrir el lugar donde se oculta Frank, porque si no lo encuentran ellos, lo hará el asesino. Esa especie de amenaza o advertencia tampoco parece perturbar a Eleanor; aunque no tarda en cambiar de actitud cuando descubre que su marido padece una grave enfermedad cardíaca que podría acabar con él en cualquier instante, si no toma a tiempo sus pastillas. A partir de aquí el relato se intensifica siguiendo a una esposa que busca sin saber dónde, con la intención de encontrar a un marido a quien debe entregar esas píldoras que le impidan sufrir un ataque al corazón, al tiempo que debe despistar a la policía y a un asesino que no conoce, pero que sabe que existe. Mientras Eleanor Johnson da el esquinazo a los agentes que la vigilan, durante su deambular por las calles de San Francisco, descubre aspectos de Frank que desconocía; esas revelaciones le permiten comprender que nunca han dejado de amarse, pero también asume que puede ser demasiado tarde para ellos. La situación en la que se ve envuelta se comprueba tensa, aumentando su intensidad con el paso de los minutos, aunque la acción parece suavizarse con la presencia de Dean Legget (Dennis O'Keefe), un periodista mediocre, que se ofrece a ayudarla a cambio de la exclusiva de la historia de su marido, la cual recompensaría con 1000 $. ¿Por qué Eleanor confía más en este periodista que en la policía? Es una cuestión que llama la atención, sobre todo cuando Legget se muestra impaciente por encontrar a Frank o cuando le entrega la carta que aquél ha escrito para ella (y que él ha leído).

No hay comentarios:

Publicar un comentario