Historia del hampa (1950)
Con frecuencia pequeñas grandes películas se ven relegadas al olvido, pero algunas veces se tiene la suerte de recuperarlas gracias a pases televisivos, lo cual significa una grata sorpresa; éste sería el caso de Historia del hampa (The Underworld Story, 1950) —título que recibió en su emisión televisiva en España, y que dependiendo del traductor podría haberse titulado algo como: “periodista ambicioso, resentido y sin escrúpulos busca beneficio a costa de Molly”. Mike Reese (Dan Duryea) busca la noticia sin pensar en sus posibles consecuencias, hecho que queda confirmado en los primeros minutos de la película de Cyril Endfield, pero por si existe algún despistado que no le haya quedado claro, el director continuaría haciendo hincapié en la falta de ética de este periodista resentido. La primera escena de Historia del hampa puede crear un malentendido, pues no se trata de una historia de gángsters, aunque sí aparece uno de gran importancia para el relato. Dicha escena sirve para llevar el relato hasta el personaje principal y mostrar que él ha sido, en buena medida, culpable del asesinato cometido delante de la puerta del juzgado.
El artículo escrito por Reeves sirvió para que el jefe del hampa (Howard da Silva) se enterase de la existencia de un soplón dispuesto a declarar contra él, motivo que le decide a cargárselo. Como consecuencia de la obstrucción a la justicia que significó la publicación del artículo, Reeves es despedido por los hombres (también culpables) que consintieron su publicación. Las puertas de los distintos periódicos de la ciudad que Reeves visita, en busca de empleo, se han cerrado para él; lo que significa que debe abandonar la ciudad si pretende encontrar empleo. Su única salida profesional la encuentra en un anuncio en el que lee que se necesita un socio para un periódico local de una pequeña población cercana a la gran ciudad. No obstante existe una condición que consiste en que quien desee participar debe presentarse con la suma de 7.500 $, cantidad que Reeves no posee ni por asomo. Pero este tipo no se detiene ante una minucia de ese estilo, sino que tiene el rostro de presentarse ante el mafioso al que se refería en su artículo y le exige que le entregue dicha cifra como pago por los servicios (accidentalmente) prestados. Con cinco de los grandes en el bolsillo (pues el delincuente no le ha entregado más), Reeves se presenta en el periódico de Cathy Harris (Gale Storm), quien necesita el dinero para pagar las deudas que se amontonan sobre el escritorio o en algún cajón de la oficina. Cathy no se lo piensa dos veces y acepta al desconocido hasta que las palabras del periodista le advierten sobre su falta de ética; la manera de trabajar de Reeves difiere de la suya, descubrimiento que le convence para replantearse su decisión inicial y rechazar el dinero que tanto necesita. Sin embargo, los hechos que se producen alteran su decisión; la noticia de que el cuerpo de Diane Stanton ha sido encontrado en un bosque cercano lo cambia todo. Reeves asume el control de la redacción, da órdenes, telefonea a varios periódicos para venderles la exclusiva, consciente de que la asesinada era la nuera de E. J. Stanton (Herbert Marshall). Stanton es un magnate de la prensa; y sin que nadie lo sepa, salvo el propio Stanton y su hijo Clark (Gar Moore), también es el padre del asesino. Cuando Stanton descubre la verdad en la confesión, para nada arrepentida, de su hijo, sabe que no debería protegerle, y menos aún permitir que le cuelgue el muerto (nunca mejor dicho) a Molly Rankin (Mary Anderson), la criada y amiga de la difunta, a quien también acusarán del robo de unas joyas (un móvil perfecto). De este modo, al no hacer nada y permitir que el plan de Clark prosiga, Stanton se convierte en cómplice y en culpable. Tampoco se opone a que sus periódicos publiquen la noticia de un modo subjetivo que busca ganarse la opinión pública para condenar a la sospechosa, quien resulta la víctima inocente de los medios y de la ley. Sin embargo, Reeves tiene una idea para ayudarla que consiste en oponerse a los periódicos de Stanton, emprendiendo una campaña en defensa de la acusada que se había presentado en la redacción del pequeño jornal en busca de ayuda. Cathy está segura de su inocencia, porque la conoce y sabe que no sería capaz de un crimen como el del que se le acusa, por eso le parece sensato el consejo del periodista, pues según Reeves lo mejor que puede hacer Molly es entregarse y dejar que un buen abogado la defienda. Sin embargo cuando la policía se presenta para el arresto se descubre que el periodista pretendía entregarla para cobrar los 25.000 $ de recompensa que ofrece Stanton, hecho que advierte que su posterior campaña de recolección de fondos para la defensa bien podría ser una treta para ganar unos cuantos miles; porque a pesar de que Cathy empiece a confiar en él, no hay duda de que Reeves todavía no ha abierto los ojos ni ha dejado salir sus valores morales. Reeves es uno de esos tipos que si no hay historia posiblemente se la inventa, un hombre que persigue su propio beneficio, y sobre todo un tipo resentido con aquellos que le han dado la patada, por eso se podría decir que este periodista se encuentra con los ojos cerrados ante la verdadera realidad, pero gracias a su contacto con Cathy poco a poco descubre que la honradez y la ética profesional no tienen porque estar reñidas con ser un buen periodista, lo que le lleva a dejar de pensar en su propio beneficio y decidirse a descubrir la verdad que puede salvar a Molly.
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